Mujer, has venido a mi encuentro,
tierna aún la mañana,
llevando tu misterio en la mirada,
dejando caer en el tiempo una promesa.
Pasé a tu lado con silencio temeroso,
vulnerable a la brasa de tus labios,
fácil de rendir al precipicio de tu abrazo.
Quisiera caminar sin el recuerdo,
aunque ya apenas hiera
el resquemor de aquella culpa
y haya dejado de sangrar el alma.
Hoy no puedo acompañarte,
porque sé del infierno de gozarte
y de la soledad de los tristes madrigales.
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