Estoy concluyendo la relectura de libro Bajo las ruedas, de Hermann Hesse. Como en todos sus libros late la convicción de una experiencia vivida. Mucho hay del Giebenrath en el Sinclair de Demian. Y mucho de la atormentada adolescencia del propio Hesse en ambos.
En Bajo las ruedas, Hesse propone un examen crítico del sistema educativo tradicional. Cierto que dicho estudio se circunscribe a la Alemania de una época muy concreta, pero son fáciles de contrastar las similitudes y afinidades con los sistemas de otros muchos países. Hoy queda claro que las perspectiva educativa ha cambiado y con ella el proyecto humano que tiende a concretar dicho modelo. En la época de Hesse, eran los estudios de humanidades los que constituían el tronco fundamental de frondoso árbol del sistema. Y venían a ser los ogros del estudiante el aprendizaje siempre árido de las lenguas muertas y la penetración en la ingente diversidad del mundo clásico. Otro de los componentes, por no decir pilares, en los que se sustentaba la educación era el religioso. Materia a la que se reservaba la formación piadosa y moral del individuo. Si el alumno se imbuía de estos dos grandes vehículos formativos, el resultado sería el perfecto y acabado caballero burgués, preparado para un mundo impostado de apariencias, prerrogativas, intereses e hipocresías. Mundo en el que como Giebenrath, también naufragó Hesse.
Los datos biográficos del escritor alemán nos hablan de una evidente inadaptación social, agudizada durante la época estudiantil, que condicionó su vida y la sumió en un infierno de ansiedades y sintomatologías patologicas. Recuérdese que en su madurez fue tratado por el mismo Jung.
Hesse, hombre formado en la más arraigada tradición religiosa, vio su fe enfriada ante esa constrición con que la vivencia del cristianismo excluía del modo más inescrupuloso las elementales libertades de su ego. Sumido en un conflicto irresoluble, se lanzó a nuevos caminos que nos descubrió en su Shidarta, apostando por otras formas de redención que fueran acordes con la elección de cada individuo. Hesse introdujo para la juventud de su siglo el camino de oriente, que aun sigue coleando de tantas formas en nuestros días.
Pero el drama de Giebenrath es un drama compartido por muchos, y no sólo por Hesse, pues no pocos tuvimos que rehacer el deshecho de nuestras vidas como Dios nos dio a entender y fabricar una identidad alternativa ante las cenizas extintas del templo del saber oficial. La educación debe atender a la riqueza inalienable de cada hombre y no a la conveniencia sin matiz de un encorsetado sistema educativo.
posdata: Viejos profesores: aún sigo leyendo a Kafka, y por Kafka no me ha ido del todo mal.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario