Oigo a Juan Manuel de Prada en un programa cultural de televisión. Presenta un panorama negro sobre la comercialización literaria en nuestros días. Lo que es evidente, es que el desempeño tradicional del escritor ha cambiado sustancialmente. Aquel escritor que vivía de los derechos de autor y de las colaboraciones en prensa ha finiquitado. Hoy la comunicación va por otros derroteros. Para quienes no sabemos manejarnos en el escaparate global de internet, ello constituye todo un jándicap. Pero es igual, porque a lo que no renunciamos es a la literatura, y buscaremos cualquier vía para divulgar nuestro mensaje, ese mensaje que quiere hablar a otros de quiénes somos, de cómo somos, y de por qué somos. Lo esencial en el escritor no es lograr un caché sustancioso, sino revelar a nuestros congéneres ese material del que están hechos nuestros sueños, y lo que vamos descubriendo a través de ese río de nuestra vida; lo que esconden sus meandros y lo que su navegación nos revela. Porque escribir es una forma de vivir; en el desempeño de la tarea literaria nuestra vivencia se hace más intensa, más rica, inalienable.
De joven ningún oficio me resultaba atractivo. Odiaba tanto la oficina del banquero como el taller del mecánico. En mi naufragio como estudiante me aferré a los libros como única tabla de salvación. La lectura era lo único que daba impulso a una realidad decepcionante e insuflaba una esperanza a nuestra trayectoria malograda. Nunca pensé que esta inclinación mía creciera hasta estos momentos actuales insospechados. De niño, mi padre tenía que forzarme para que prestara atención al libro que tenía delante, ya que en mi corazón disputaba el deseo exclusivo de lanzarme a la calle a jugar. Nunca sospeché lo que significarían los libros para mí después, de que en ellos encontraría el lenitivo contra la adversidad, un área sin lindes para la libertad y, en definitiva, ese alimento indispensable para mi espíritu, sin el cual mi vida carecería de finalidad y significado. Quizá nunca veré un libro mio incluido en el "top ten", pero, por lo que más queráis, dejadme escribir en paz.
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