llamar a cada cosa por su nombre,
pan al pan; al humano, hombre.
Todo en su sitio, y claro
cada concepto de que hablamos.
El adjetivo preciso;
prodigaba el verbo que dice: ¡vamos!
Hablaba para que nos entendamos,
procurando ser conciso,
y manejaba la lima
para aliviar la frase de escoria;
por exquisita decía fina,
como voz más cercana
que nos viene a la memoria.
Semeja su verso una fuente
que de la entraña mana,
nunca dispuesto a la discordia
siempre presto a tender puentes.
Jamás para el poeta soplaron
los gongorinos céfiros,
suaves brisas lo colmaron,
siempre apacibles, lejos del vértigo.
De la quimera no le cegaron
ni el rico metal ni el pórfido.
Sus sueños a la tierra no olvidaron,
vivas las cicatrices del amor
y el corazón siempre alerta
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