Esa mano que no abarca
la medida del dolor,
puede atrapar la paloma
de albo plumón de la paz.
De un solo trazo
la dibujó Picasso,
trina para el Greco
en el ámbito dorado
del célico espacio,
arropada entre nubes de trapo,
invitando a la divina dimensión.
Paloma leve,
como de algodón,
arcaica mensajera
de sedoso plumaje
donde la caricia se complace
y sientes como si en los dedos
se estremeciese un corazón.
Paloma, poema que palpita,
blanca de almendro y nata,
espuma y nieve cálida,
de gozo legendario
para quien pudo recoger
el mirto de tu pico
amainado el temporal.
Paloma anónima que levantas vuelo
al paso de mi auto
en las calles suburbiales.
Palomas de paseos y de fuentes,
palomas que picoteáis migajas
en las mesas de las terrazas.
Palomas grises de San Marco.
Mítica y blanca
sobre las aguas del Jordán;
mansa y pura,
abarcando en tu envergadura
la gloriosa potestad.
0 comentarios:
Publicar un comentario