La muerte te observa con fría carcajada,
oculta tras volver cualquier esquina
del trayecto, acechando a la esperanza
con ese desdén irremediable
que con soplo glacial nos aniquila.
Nos recuerda: tú no escaparás;
de mi mano arrastrarás tu despojo
cuando el tiempo haya dejado de contar,
cuando en el carcaj de la vida
no quede otra posibilidad
y la última oscuridad ciegue tus ojos.
Nos cercas el corazón con el trazo
de tu límite, condenas el espacio
con la certeza de un último paso,
un último renglón y un último punto.
Pero es ahí donde tu competencia acaba,
pues dejamos de ser medida
para invadir ubicuos lo ilimitado.
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