Cuando sigo furtivo tus andares de gacela
por la noche de la sabana interminable,
siento algo en mi interior herido
por el indiferente cristal de tu abandono.
Te veo alejarte y pierdo el alma,
el conforto se me desazona.
¡Qué no daría por recobrar
esos instantes soñados de la quimera!
Porque casi quimera se ha tornado
rodear con mis brazos tu regazo,
porque la zozobra del deseo ha renacido,
renovándose en mí como un dolor callado.
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