Cuerpo de arcilla, voz tatuada,
hasta mí llega el eco de tu anhelo.
¿Acaso en el rescoldo amargo
del silencio aún queda un sentimiento?
El mar te trajo a la orilla del deseo
como un olvidado aroma muerto en el tiempo.
¿Aún queda una caricia en el mundo,
el rumor de un beso encendido de promesas?
El mar era testigo y los rubores de la tarde,
la brisa traía la fecundidad de un polen
de remotas extensiones, una certeza de marinos parajes
encontrándose en la reunión de una esperanza.
¿Aún quedan en el corazón los pétalos fragantes de la rosa?
¿Podrá surgir un presentimiento de alma estremecida?
¿Regresarán los pasos al camino extinguido
y renacerá en las ramas otoñales el esplendor de un hoja?
Cantarán los azules candentes de la tarde;
su plenitud no tolera la pincelada de la bruma.
El sol derramará su fragor sensual
sobre la piel enardecida
y en el hogar de tu abrazo
mi dolor precipitará su sacrificio de lágrimas.
¡Migaja ardida de amor,
secreto de coral y espuma
que no devorarán las fauces lacerantes del olvido!
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