Tu risueña anatomía
destaca su molde oscuro
en el centro de la plaza.
Serán resabios del torero
de la lírica que fuiste,
o peldaño del parnaso
hispano que coronas.
Pareces empeñado
en no soltar a la paloma
que de tus mano escapa,
en un impulso de cielos,
como si te resbalara
entre los dedos, alada,
la cándida esperanza.
No todo está muerto
en tu frente dormida,
no todo es tiniebla
en tus ojos de noche,
no todo es silencio
en tu voz sin sonido.
Tu corazón esta vivo:
lo atestigua esa flor
que entre tus dedos
de estatua se entrelaza.
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