Para el que busca soledades en la soledad, sediento del vértigo insondable del silencio, la calma contrita en las entretelas del tiempo. Tiempo que mana como un río, río que fluye macilento desde lo remoto del recuerdo. Porque el caminante encuentra esa voz lejana de la paz, solaz en lo memorable del recuerdo, en la recoleta plazuela de San Román. Allí, en verdad, se da la soledad enredada de recuerdo, donde el "es" se confunde con el " fue". ¿Será porque en la casona de enfrente moró la "santa", derramando en la letra el libro de su vida, o porque del templo de san Román trazaron su planta, de la cual nos hablan toscos vestigios, los visigodos? No sé por qué: todo es tan misterioso en Toledo, críptico como su plano, viejísimo de origen, incierto de corazón, acendrado de pensamiento: todo es mestizaje. Juanto al aleteo de las aves parece llegar el eco liviano de un zéjel o una casida de Ibn Zaldun.
Repentina, de fondo, suena una campana. Su tañido mitiga el zureo de las torcaces. Redunda su sonido, profundo su mensaje de bronce. ¿Será acaso la voz serena de lo eterno? Toledo descansa su densa historia sobre sus hombros avejentados. El cielo es transparente. Parece renacido, como cualquier simiente, del dolor de un parto. La tímida campana, entre silencios y tañidos, se ha vuelto ya corazón arrebatado y golpea la calma del mediodía. ¿Cuál es la magia de Toledo? ¿Acaso que el hombre se siente más humano y las piedras se hacen moradas y los cielos refutan el tiempo? ¿Cómo hasta esta paz desciende la voz secreta de tu silencio? Silencio que trasciende a través de los muros seculares, por el alargado verdor de los cipreses, en la tersura entreabierta del cielo. Y en el centro, sobre el noble zócalo conmemorativo, se yergue Garcilaso soñando lejanías, exaltado por el pulso de una vida penetrada de siglos.
Las aves sobrevuelan el silencio. El aire mece árboles y arbustos, y un sol pleno dora sus copas. Todo esta en todo. Uno son el todo y las partes. Siento que la esencia es toda una, siento que el vivir es más que sueño: realidad contrita. ¿O es sólo el eco silencioso de Toledo? Al abandonar la plaza, rezé un padre- nuestro.
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