Si no hago las obras de mi padre, no me creáis.
Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el padre está mí y yo en el Padre. (Juan 10: 37, 38)
¿No es esta fundamentación en el obrar una objeción a las diatribas nietzscheanas, cuya facultad en el obrar se desconoce, dejando aparte sus veleidades literarias?
¿Acaso Nietzsche se descarría en el laberinto conceptual sobre Dios y soslaya la realidad viviente, según la Biblia afirma, de Jesucristo? Si la afirmación de la muerte de Dios es un diagnóstico del deterioro sociocultural contemporáneo, que podemos confirmar en el vacío de contenido de nuestras tradiciones y ceremonias religiosas, para nada es objetable, no obstante, la realidad viviente del Cristo de los Evangelios.
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