Afirma Zorba, en el film de Cacoyannis, protagonizado por Quinn y Bates, que vivir es liarse la manta a la cabeza. Propone la novela de Kazantzakis un camino de iniciación entre maestro y neófito. Zorba enseñará a su discípulo a caminar sobre la cuerda floja de la existencia, de la que éste no deja de ser un mero contemplador. Confieso que, personalmente, nunca he asumido la vida hasta sus últimas consecuencias, ¡vamos!, que no me he liado la manta a la cabeza. En ese sentido estoy más cerca de Bates que de Quinn. Por eso escribo. Cuando he tratado de navegar las aguas procelosas del destino, he naufragado. Porque no es de sabios lanzarse a las aguas turbulentas, sin por lo menos un manual de náutica. Quién se deja arrastrar por el torrente y sale a flote, ese merece las mayores felicitaciones. Quien no ha sentido el vértigo de la vida, nos se ha realizado a sí mismo; pero es que resulta comprometido descender del sólido pedestal de las estatuas.
Dar rienda suelta a la pasión no sé si es el camino correcto al que aferrarse. La ubicación del voyeur cuenta a su vez con bastantes garantías y satisfacciones. Lanzarse a la desesperación de un Juan Dhalmann, en el Sur de Borges, es como jugarse la última certeza de intimidad a cara o cruz. Zorba tampoco hubiera dudado porque el Sur estaba en él.
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