Cuando cansado de esa lucha de contrarios
que, sigilosos, tu armario
han ocupado; de esa pugna de titanes
tatuada en los dedos de Mitchun
que se oponen combativos
para imponer su capricho
y donde difícil se dirime el saldo
de vencedor y vencido,
entre virtud y pecado,
entre odio y amor.
A mis mientes acude este dicho:
Sigue la senda del sabio
y el camino se abrirá expedito.
No temerás al dardo enemigo
ni se impondrá el poder del Averno.
La reyerta de esa lucha maniquea
quisiera repartirse los despojos
de mi alma, que exhausta de dudas, titubea,
siempre indecisa entre lozanía y abrojos.
La senda del bien elegiría,
pues aunque la refute Sabina,
hay más miel en la sed de bondad
que acíbar en las hieles malignas.
Hieles que simulan mieles
pero cuyo legado es letal,
sin paliativos.
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