Algo así como un lánguido lamento
en el frenesí del aire,
como el sigilo de un eco, una campana
de sombra en la cenital simetría vespertina.
Podría reverdecer el fugitivo recuerdo
como un turbión de llamas arrebatando el ahora,
escudriñar el poso de la soledad,
desentrañar el sordo latido de la desesperanza.
¿ Por qué la aurora se estremeció de muerte
y ladraron los perros del alba
con ladridos de espanto, y el ramaje de los árboles
de invierno rasgó la matriz del cielo desvaído?
¿Por qué a la mar la ennegreció la noche
y sólo una luna escuálida derramó
su cera fría sobre la azarosa mortaja sin límites?
Las preguntas se amontonan,
nuestras manos se alzan postulantes hacia el cielo...
Tan sólo una certeza pido, una voz
que verifique el misterio hondo y horrendo,
una luz clarificadora de esa ceguera desbordada
que nos aflige con un estéril llanto
por esa larga agonía sin respuesta.
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