Toda la semana me vienen asaltando vagos recuerdos de lecturas pasadas de Onetti. Lo que destapó la caja de Pandora fue la compra por dos euros de una vieja edición de Bruguera(libro amigo) de Los Adioses. Lo adquirí porque tenía una tapa diferente del ejemplar que guardaba en mi biblioteca. Era más llamativa, más sugerente, más existencial. Traté de releer la novela pero no pasé de las primeras páginas. Y es que la lectura de Onetti se hace francamente difícil. Se necesita un estado de ánimo especial, degustar por una u otra razón el sabor amargo de la derrota para empatizar con esas paginas dubitativas, llenas de decepción, de indiferencia, de deseo a veces insano. Los Adioses fue una de las obras de Onetti que leí con mayor gusto, porque su estilo circunloquial, subordinado, divagatorio manifestaba una originalidad novedosa para mí. Nunca fui devoto de Faulkner, por eso el intrincado discurso de Onetti despertó mis sensores estéticos.
De cualquier modo, la semilla había sido otra vez plantada. Tal vez al día siguiente, me hallaba desempolvando sus obras del anaquel de mi biblioteca. Me conformaba con releer algo breve, y me decidí por sus cuentos completos. Cómo no, recalé en "Ese infierno tan temido", relato que tanto la crítica como el propio Onetti consideraban uno de sus mejores logros. Tras leer las primeras páginas, lo dejé reposar. Más tarde traté de continuarlo a través de un audiolibro de YouTube, pero la dicción del narrador no acabó de convencerme y salí de la grabación sin concluirla. He retomado varias de sus obras, entre ellas El Astillero. Según cuenta el propio autor fue escrita de un tirón, porque no pudo soslayar el ímpetu que le demandaba el relato. Bajo esas apreturas da gusto escribir; nada da más satisfacción que trabajar en esas narraciones que urge concluirlas. Dice que lo escribió en un impasse entre la redacción de Juntacadáveres, novela que en su parte final-afirma-acusó esa demora. El Astillero parece ser a día de hoy su novela más celebrada: se la encuentra en casi todas las librerías. Lo digó, porque esta tarde he bajado a rastrear por los santuarios del libro alguna obra suya, pues algunos de sus títulos me faltan. El que se insinuaba con mayor intensidad era El pozo. Su obra inaugural como escritor. Como todas las primeras obras, deberá ser de las más pasionales, donde el autor pone en el asador lo mejor de sí mismo. Se la conceptúa como una obra existencialista, paralela en el tiempo y la intención con La Náusea, de Sartre, o El Extranjero, de Camus. Tenía el pensamiento de retirarme con ella bajo el brazo a mí casa. En las librerías de Alicante no he podido encontrarla. De su obra solo he hallado alguna edición mediocre de El Astillero, y nada más. Onetti debe ser otro tal que de Prada. Los escritores difíciles y de pocas concesiones, se ganan pronto el disfavor de los lectores, acaso porque necesiten de unos lectores aplicados, preparados para sus obras. Onetti siempre fue un solitario, un integrante de esa inmensa minoría. No debe extrañar que sus libros escaseen, que su calado literario choque con las expectativas triviales del mercado. Onetti solo esta hecho para el lector apto para la vianda, y no para el impúber aún no destetado.
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