Campanadas aisladas

Campanadas aisladas

 Las campanadas tañen hondas,

despaciosas, aisladas,

prolongando su sonido

hasta desvanecerse en el silencio.

Recuerdan en sus intervalos

el trascurrir sereno de la tarde

y en su golpe rotundo

el pulso agazapado de la vida.

Como su tañido resuena en la noche,

así cada corazón en su soledad.

La campana suena, el tiempo pasa,

la tarde se detiene en las sombras

que envuelven al sonido en el misterio

y la soledad añora un sentimiento.

Nada es el silencio sin el sonido,

el rayo sin el trueno,

la noche carente de estrellas;

tampoco la soledad sin el afecto.


Cuando en mi sien sacude

Cuando en mi sien sacude
En ese íntimo anhelo
hay un rincón y un olvido,
hay tribulación y hay despojos.
Cuando en mi sien sacude
el pulso de mi sangre
y pensamientos encontrados
rebuscan compulsivos
en lo ilusorio de un recuerdo,
el alma se conmueve
en la impaciencia de esa espera
y quisiera arrancar al futuro
la certeza del reencuentro.
Sólo una pregunta asalta
y desespera, ¿ respetará el mañana
la promesa que hoy se anuncia?

Joan Baez, ¿ dónde han ido aquellas flores?

Joan Baez, ¿ dónde han ido aquellas flores?

 He visto un documental sobre la cantante Joan Baez; en él se nos recuerda que la fama no es garantía necesaria de éxito.  El film se organiza desde el recurso del salto atrás. Allí una cantante madura hace repaso de su vida, una vida no siempre jalonada por el triunfo que, ya en la ancianidad, la  ha conducido a un laberinto personal de difícil salida. La artista durante la juventud parecía conducida por el espíritu histórico imperante en su época, justificado por ese grito de Libertad que exigía un cambio sociopolítico y cultural. Mientras se sintió baluarte de esta lucha encontró ese propósito que la permitía seguir a flote. En la marcha sobre Washington en defensa de los derechos civiles y la igualdad racial, contra la guerra del Vietnam, enarbolando el estandarte pacifista, pareció encontrar las razones suficientes con que llenar su vida y confiar en el destino; pero conforme todos estos ideales fueron marchitando, su persona se vio desbordada por sus luchas interiores y un sentimiento de insatisfacción y derrota. El espejismo de la fama cuando se desvanece descubre el frágil barro que nos constituye. La voz cristalina de la juventud, hoy perdida, enfrenta a la cantante a ese reflejo ilusorio y deformante del espejo, cuya mirada introspectiva va extrayendo del légamo del recuerdo fantasmas, lacras y cicatrices que no acaban de cerrar. También nuestro destino casi coetáneo al de la artista nos hizo vivir ese momento de esperanza que pareció impulsar a aquellos años significativos del siglo XX, como si un viento primaveral barriera las hojas otoñales, y padecer el desencanto posterior producido por la corrupción de aquellos valores jóvenes y vigorosos y que han desembocado en la sociedad actual confundida y sin principios morales, donde ya casi no queda huella de esperanza. La ruta recorrida nos conduce a un callejón sin salida y resulta necesario dar un volantazo y emprender un nuevo rumbo.

CALIDEZ

CALIDEZ
Quise penetrar el misterio de tu jardín,
respirando el aroma de las flores del camino
envuelto en esa atmósfera inquietante
que escrutan los ojos vivos del deseo.

Perseguí ese sueño hasta derramar 
lágrimas de anhelo, versos
melancólicos, caricias obsesivas
que aún juguetean con el oro de tu lóbulo.

Quise morder tu fresa antes que madurara,
gustar el majar de delicias que tu carne ofrece,
conocer el misterio que encadena mis sentidos
con ese inocente desdén que cautivaba.

Tiéndete y compartamos nuestra afín fatalidad,
y abre el seno insaciable donde las almas
se confunden en el sacrificio del encuentro,
y el corazón conoce el gozo de las rosas.

Trampa de la muerte

Trampa de la muerte

 La muerte te observa con fría carcajada,

oculta tras volver cualquier esquina

del trayecto, acechando a la esperanza

con ese desdén irremediable

que con soplo glacial nos aniquila.

Nos recuerda: tú no escaparás;

de mi mano arrastrarás tu despojo

cuando el tiempo haya dejado de contar,

cuando en el carcaj de la vida

no quede otra posibilidad,

cuando la última oscuridad ciegue tus ojos.

Nos cercas el corazón con el trazo

de tu límite, condenas el espacio

con la certeza de un último paso,

un último renglón y un último punto.

Pero es ahí donde tu competencia acaba,

pues dejamos de ser medida

para invadir ubicuos lo ilimitado.


Misión del lenguaje

Misión del lenguaje

 Oigo una reflexión breve de Javier Cercas por You Tube o Facebook. En ella, considera que el lenguaje literario debe ser claro, directo y sencillo, comprensible a una mayoría de lectores. En cuanto que todo discurso de difícil comprensión encubre el engaño y el fraude. Insiste en que a día de hoy nuestra Real Academia defiende el mismo postulado, una institución de la cual Cercas parece ser ya miembro. Esta premisa, la de la claridad discursiva, que, a primera vista, parece bien fundamentada y lógica, sin embargo plantea bastantes objeciones. Pues en primer lugar traza una línea crítica que discrimina nuestras historia literaria.  No obstante, convengo en que una buena parte de las obras que más celebro y admiro fueron escritas en ese lenguaje conciso y diáfano que demanda Cercas; cabe citar como ejemplo Platero y yo, con su estilo pulcro y franciscano; El viejo y el mar, que sintetiza el mejor Hemingway; además podríamos mencionar el Siddartha de Hesse o el extranjero de Camus, entre otros. No son pocos los que buscan en esta claridad y concisión un ideal de estilo, el párrafo eficaz y desnudo de adjetivos

Pero siento contrariar a Cercas, recordándole que  frente a los cultivadores de este estilo morigerado. se descubre a otros que practican otro bastante opuesto. Cabría argüir que cómo juzgaríamos nuestro siglo de oro si nos aferrásemos a esta premisa. No hay duda que Góngora era un poeta oscuro; no menos habría que considerar a Gracián, en cuanto a la prosa; de Quevedo convendremos que es todo menos fácil en su ironía conceptista e igualmente barroco en su Vida del Buscón, llamado Pablos. Los tres, figuras decisivas de nuestra literatura, que la Real Academia hace ya siglos tomó como modelos del buen castellano. Mas sin remontarnos a autores tan señeros y lejanos, qué haríamos con escritores mas actuales y estimados como nuestro Gabriel Miró, Cela o Valle Inclán, tan aficionados a rizar el rizo del lenguaje. Qué sería, también, de buena parte de los poetas de la Generación del 27, del mismo Lorca con su Poeta en Nueva York, con Neruda, con Carpentier y Lezama Lima, con el estilo ambiguo de Onetti, y el suntuoso de Mujica Lainez, con el Faulkner de Mientras Agonizo, o con el Ulysses de Joyce, para no seguir enumerando. ¿Eran todos defraudadores, pretendían confundirnos o engañarnos?

Por mi parte, reconozco que el "concepto literatura" es tan amplio, que permite conjugar los más dispares estilos, los lacónicos y los floridos, los conceptuosos y los límpidos. Quizá Cercas confunde el ámbito literario con ese otro, siempre en candelero, de los círculos próximos a nuestras altas instancias políticas, donde allí sí, burdamente, se manipula, se tergiversa, se denigra el lenguaje en pro de los más burdos objetivos.

 

Peán

Peán

 feroz la angustia acosa

en el laberinto de los días

invariablemente cae la hoja

del calendario como el árbol

viejo desprende su hojarasca

llegado un otoño ceniciento

de malsana melancolía

te enseñan un pasar sin alegría

te sirven la derrota a su albedrío

han matado la raíz de la vida

cansado de sobrellevar 

el peso de los años

como una condena arbitraria

peregrinando sin destino

mientras invitan a aguardar pasivo

el cortante filo de guadaña

comprobando un legado 

vacío entre las manos 

existiendo sin ser

esperando sin esperanza

Gritaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! 

rompe las cadenas de la derrota

rebélate 

           levántate y pelea

quiebra los silencios cautivos

que te amordazan y lacran

porque la aurora ya anuncia

una realidad nueva 

                             esa esperanza

clamando victoria en lontananza



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https://www.santosochoa.es/libros/julia-moreno-francisco_oros-y-herrumbre_9788412687668

https://www.agapea.com/Francisco-Julia-Moreno/Rumores-de-hojarasca-9788412833621-i.htm?srsltid=AfmBOoqgbYEf1TPBLTPI6du01RFK_NKup8-r3OfO4ZqTSkYyiA3v-YCs

 

Zapatos rotos

Zapatos rotos

 Bajo el cielo nebuloso

atardece entre gris melancolía,

siquiera suena una campana

que de a la tarde una esperanza.

No voy solo, voy conmigo.

Miro al cielo que comienza

a derramar las primeras gotas;

me veo pertrechado y decidido

a resistir el seguro aguacero;

ya noto humedad bajo las botas.

Es invierno. El frío ha espantado 

a los ociosos y ahuyentado

de los umbrales al mendigo.

El invierno es para los solos, me digo.

Por la calles mojadas uno no tropieza

conocidos en las encrucijadas, pesa

en el ánimo el suceder de los días

y en las iglesias escasean los devotos.

¡Qué mala es la lluvia

para quien tiene los zapatos rotos!


A Eva

A Eva

 Me diste a probar la fruta jugosa,

su bocado delicioso,

dulce al paladar,

creyendo que al gustarlo

conquistaría un tesoro,

un regalo de libertad;

desconociendo el secreto

que escondía su pulpa:

el peso eterno de culpa,

el veneno de extinción,

un errar desnudo hacia el ocaso

bajo un sino de fatalidad.


Alma en ciernes

Alma en ciernes

 Otoño moribundo

de hojas sepulcrales,

perfil de angustias

que atrapan 

los lánguidos espejos,

argucia de las sombras,

hambre elemental

que trae, en el silencio, 

la aurora repentina,

hecha lágrimas sobre

la fuente del tiempo,

con los dedos de los ídolos

tanteando en su ceguera.

Cae la noche que trae 

el hielo de la muerte

que congela la vida,

precipita sus ocasos,

prolonga su marasmo,

muestra el mapa del deseo

hecho jirones, con

gemidos que se palpan

y dilatan en la noche.



De pronto, fue la luz.

El arco iris detiene

su parábola cromática

 en un vago paisaje,

sobre un barco a deriva

en un mar arrebatado;

quizás habrá un mañana,

ese "tal vez" agraz o plácido

que nunca llegue,

pero que anhelamos

en su abecedario desgarrado,

calculando su trecho,  

perimetrando su túmulo,

 cual renglón que horada

el torrente de  palabras,

en la liturgia retenida

de una opaca certidumbre.

Saber sabiéndose morir,

hilando el hilo del momento,

dejando apurar el cáliz 

rebosante de dulzor amargo,

impreciso su escrutinio,

sangrante el alma

que se derrama en ciernes,

en tanto el día irradia resplandores.