JULIO II, EL PAPA GUERRERO: III

                                                                 JULIO II, PAPA

Es obvio como la memoria de los tiempos imperiales alentaba la época renacentista. ¿ De quién sino del gran Julio César tomó el nombre Giulliano della Rovere al ser elegido? El modelo de esta colosal figura pagana impulsó las metas de su reinado, donde esta influencia del mundo clásico se asocia a los fundamentos cristianos de la iglesia, cobrando su expresión culminante en la bóveda de la Sixtina, pintada por Miguel Ángel. Durante su gobierno, no obstante, se conservaron muchos de los defectos que caracterizaron a sus predecesores; si bien se puso coto a nepotismos y simonías, otros vicios secularizados en la iglesia continuaron dándose y en notorios aspectos el alejamiento de las premisas del evangelio fueron evidentes. En dos cuestiones difería, sin embargo, de quienes le precedieron: su intención nada egoista de engrandecimiento de la iglesia y su firme voluntad de consolidar su ascendiente entre las naciones; a ello contribuía el fuerte empuje de su arrolladora personalidad, con la que se granjeó el título de pontifice terribile. Consciente de las mermas tanto materiales como espirituales que abatían la iglesia, se propuso paliar ambas carencias con los recursos que estaban en su mano: batallando en todos los frentes de Italia, anexionándose ciudades y expandiendo sus territorios, y con la promulgación de un concilio. Ambas metas fueron alcanzadas en parte, pues sus fonteras se prolongaron hasta Ravena, amenazando a Venecia, si bien su estrategia coleó al inmiscuir en su política a las potencias extranjeras, cuya ingerencia culminó con el saco de Roma y puso en entredicho la misma autoridad del papa. En el gobierno espiritual, por su parte, el alcance fue relativo; su concilio lateranense, pese a liberar temporalmente a la iglesia de sus abusos y lacras intestinas, apenas suplió las radicales demandas que exigía el orbe cristiano. De este tiempo data el paso del monje agustino Martin Lutero por Roma, donde constató el corrompido comercio con que se malvendía la salvación de las almas. La prodigalidad de la indulgencia mal entendida y la veneración cuasi supersticiosa de la reliquias habían tergiversado el entendimiento lúcido y evangélico de la Fe.


                                                               JULIO II EL MECENAS

Todos los grandes monarcas se han valido de ostentosos símbolos que dieran constancia de las ambiciones de sus políticas. Julio II no fue menos, y se propuso una tarea colosal, digna de épocas faraónicas. Decidido a demoler el viejo San Pedro y construir en su lugar una nueva basílica que justificara la grandeza de la iglesia, se rodeó de los más grandes arquitectos y artistas de su tiempo. Basándose en las formas geométricas puras-el cuadrado y el circulo-del ideal humanista fundamentó su sueño. La nueva Roma se convirtió en el Parnaso donde se alcanzaron cotas irrepetibles del arte de occidente. Tomando a Bramante y Sangallo como arquitectos y artifices de ese sueño, hizo venir de Florencia a Miguel Ángel para que construyera la magnificencia de un tumba no igualada hasta entonces. El proyecto constaba de cuarenta estatuas de mármol que embellecerían la mole del magno mausoleo situado bajo la imponente cúpula, de un diámetro tal que eclipsaría a la misma de Florencia. Acaso el decoro ante el desafuero de la excesiva vanidad, lo hizo desistir de tan ostentoso proyecto, empleando acto seguido la energías defraudadas del escultor en una obra de no menor belleza y repercusión: la bóveda de la Sixtina, donde se relata en escenas independientes el libro del Génesis, pero concretado en un todo unificador mediante el concepto de potenza, que encarna el ideal imperante. Coetáneas fueron en su culminación las Stanze de Rafael, soberbio legado de un espíritu y una época, en cuya sala de la Signatura se compendia el milagro ático de su siglo.
Se dice que por el fuego de la mirada del Moises, insuperable homenaje de Miguel Ángel a Julio II en su sepulcro de San Pietro in Vincoli, nos contempla el enigma del papa muerto.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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