de la desazón del silencio
al filo de las hojas
en el sendero solo
del ineludible otoño.
La fina llovizna
barnizaba la hierba
de reflejos y por los troncos
sombríos del bosque
trepaba la yedra
tratando de abrazar
la arcaica solidez del leño.
En las copas desnudas
ya no anidaban los pájaros
y entre sus ramas
asomaba la inclemencia
gris del cielo tormentoso.
¿Vendrá otra primavera?
¿o yacerán las hojas resecas
hasta pudrirse en el légamo húmedo?
¿Veré otra vez la flor,
el rayo de luz tierna
acariciando la floresta
desde su lejanía del azul insondable?
¡Luz! Tan esencial
y breve como mi "voz".
Luz, voz...
ventanas de Dios.
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