¿Dónde estabas, Señor, cuando mi padre ha muerto?
Los heraldos fatales con voz queda
proclamaron el momento.
¿Dónde reconocerte en el rastro de su dolor?
El que fue se extinguió
como escapa entre los dedos la fina arena.
Nada se conmovió de la necesaria rutina,
un leve movimiento, un parpadeo
donde no presentimos su ser ausente,
y lo demás silencio.
¿Dónde estabas, Señor, cuando mi padre ha muerto?
El día se cubrió de luto y de tormenta luego.
Quiero reconocer Tu llanto en el aguacero
y el grito de Tu dolor en la voz del trueno
que resonó en el momento de enterrar el féretro.
Creo que estabas allí, Señor, cuando mi padre hubo muerto.
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