¡La respuesta está en el viento...!
No sé si hay una respuesta.
Acaso solo exista el interrogante,
la perplejidad, el asombro,
la duda: tal vez esa respuesta
que rebuscamos en nuestro corazón
es como el guijarro arrojado a un pozo
cuya profundidad nos impide
escuchar su impacto contra el agua
dormida en su insondable lecho.
O acaso sea como aquel pozo
al que se acercó un caminante,
sediento por los calores de la tarde.
No sabía cómo saciar su sed,
cuando advirtió a una mujer
que acababa de llenar su cántaro en el pozo.
Le dijo: ¿Dame de beber?
Respondió la mujer:
Tú siendo extranjero me pides de beber.
El caminante contestó:
Si supieras quién es el que te pide dame de beber,
tú le pedirías, y el te daría agua viva.
No tienes con qué sacar el agua del pozo,
dijo la mujer,
¿de donde tendrás el agua viva?
Replicó el caminante:
Cualquiera que beba de esta agua,
volverá a tener sed; mas el que beba
del agua que yo le daré
no volverá a tener sed jamás.
Porque el agua que yo le daré
será una fuente que salte para vida eterna. (Evangelio de Juan)
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