La vida desnuda, sin aditamentos.
Un discurrir que se filtra
en la médula del tiempo.
En la cabeza un propósito
y el corazón en silencio.
Tener los pasos contados
da otro matiz a las horas.
Los sueños devienen livianos
mientras cicatrizan recuerdos
que lloraron lágrimas frías
y escucharon los ecos del viento.
Las emociones se acallan
en la corteza del alma
en tanto pasan los días
como el correr de las aguas.
Sé que todo es fluir que se escapa,
pero deja, Señor, que, en la atolondrada
corriente, consolide en la entraña
de este verso una esperanza:
¡Déjame sentir a solas la ardiente
huella de tu palabra como pan del alma!
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