Si yo supiera del instante

Si yo supiera del instante
Si yo supiera del instante
extraer su esencial significado,
la buena veta de la hora extinguida;
la pulpa nutricia
aprovechar de cada fruto,
la sed saciada
en el inagotable manantial.
Rescatar lo válido
de lo efímero del día,
la sustantiva harina
del pan nuestro, Señor.
Si no apuras del cáliz
el vino de la vida,
te barrerán los vientos
cual frágil hoja otoñal.
Cosecha el gozo
del esplendor del día,
cuando el sol dora la tierra
con su candor y las flores
celebran con su policromía
de la belleza el lujoso galardón.
De tus edades disfruta lo mejor,
porque vendrá la hora
cuando la gélida noche
desde sus cuencas negras
te mirará a los ojos
con aviso de muerte glacial,
y llorarás entonces
por todos los campos yermos,
por tu ganancia escasa de soledad.

Ditirambo

Ditirambo
Mientras escucho la música de Tristán e Isolda,
y el vino de su deseo recorre mis venas,
anhelo insaciable, atormentadora herida
donde el yo se consume todo potencia erguida,
sacudiré esas larvas que me encadenan,
que atenazan el grito de mi animal agonía
en el furor de Dioniso disipada,
y aguardaré que su fuego se extinga,
yermo en su goce; en su deseo,ciego.
Sereno por el cáliz de Apolo que hoy bebo.
Mezcla de luz y risa su ambrosía,
firme el pedestal que me sostiene,
bajel liviano en el tiempo que deviene.


Sobre la felicidad

Sobre la felicidad
Nunca fue tan cierta la aporía de Zenón, como cuando el hombre pretende la felicidad. Creemos alcanzarla y se nos ha ido. En vano trabajamos en su búsqueda, pero se desvanece cuando intentamos atraparla. Es creerla cerca y al punto nos parece inalcanzable. ¿Será que la felicidad esta reñida con el destino humano?
¿Porque no reconocemos en aquellos que parecen usufructuarla una suerte de hastío? Nuestra corta vida solo abarca la carrera por conseguirla. Si llegamos a la madurez sin disfrutarla, para lo que nos resta de vida ya no tendrá sentido. Porque para con la vejez es  su antinomia.

Sonoro mar

Sonoro mar
Estruendo de mar sonoro; sobre su grisácea inmensidad, un sol desvaído; olas crespas, espumas. Esta mañana bajé a verte,oh  mar, para consolarme en tu grandeza. El viento traía lejanos aromas marinos, nostalgias infinitas de posibles horizontes.
Con solo verte, mi corazón se preñaba de ansiedades, de apasionados sueños en geografías distantes. ¿Qué trae la brisa?  Un especial olor de mar profundo, un corolario de paisajes submarinos; sabor, sabor inquietante de paradisíacas radas y exóticas latitudes, áreas de jungla y de sargazos. ¿Podré vivirte algún día como soñó mi romántica adolescencia, detenerte un momento y surcar tus promesas, a pesar de ese tiempo estéril que se nos va? Mar, encrucijada de anhelos, latido profundo, rumor de olas, canción del universo.

SI PUDIERA...

SI PUDIERA...
Si pudiera liberar a mi voz de la mordaza, y sentir aflorar en mis labios la palabra justa, ese verbo o sustantivo de bellas resonancias. Si pudiera alcanzar cuanto se me niega, el antes. el ahora y el después, e interpretar  la oscura exégesis del discurso de mi voluntad. Si pudiera alcanzar el día, el horizonte, la esencia del tiempo que se escurre, la palabra viva que solo tus labios pronunciaron. Si pudiera, Señor, abordar tu barca en Tiberíades y compartir contigo la pesca fecunda. Si pudiera alcanzar la verdad, calzar la humilde sandalia y caminar el sendero hacia la vida. Si pudiera, Señor, creer que un día llamarás a la puerta de mi casa, que entrarás y cenarás conmigo, y que en la noche, bajo mi techo, tendrás morada. Si pudiéramos compartir el mismo amanecer, el nuevo amanecer, pleno de gozo donde ya no habrá más duda. Señor, si pudiera comer al fin el pan de Vida.

Solo dolor

Solo dolor
Dolor, amistad frecuente,
¿qué cuota quieres de lágrimas
para mi corazón herido?
Vienes a buscarme de noche,
en la helada del invierno,
socavando dolientes magnitudes,
ánimos contritos;
con secas dentelladas
y lacerantes filos
quiebras los cristales
del alba devastada,
allí donde el sol cuaja su sangre
y es del horizonte el grito.



Todavía Umbral

Todavía Umbral
Umbral, en sus mejores tiempos, decía que hacía uso de la máquina de escribir como de una ametralladora. Esto demuestra lo agresivo de su literatura. Agresividad que levantaba polémica y lo salvaba de pasar sin ser notado. Como su maestro, Cela, sabía levantar la perdiz, remover las aguas,
suscitar el escándalo, dando a la palabra escrita una relevancia social distinta al mero entretenimiento junto al brasero.
Umbral era un escritor sin género, pero un escritor de estilo. Su maestría de la palabra salva sus obras de la indiferencia, les da esa chispa narrativa que alcanzaron Azorín o Miller. Umbral daba en la diana por su prosa bien urdida, pero también por la elección de su temática, que solía levantar bambollas en la sociedad española. Porque fue un español de los de capa y café, amigo de tertulias y de extravagancias. En sus ensayos literarios rescató a todos nuestros mitos, a Federico, a Valle, a Ramón. Todos como él maestros de la palabra y paradigmas literarios. Se puede estar o no de acuerdo con sus conclusiones, pero con sus audacias supo remover el muermo habitual de nuestra literatura, que tiende al inmovilismo  y se aletarga en sus prosapias consagradas. Ay, literatura...¿Quien fuera como Umbral?¿ Quién sino él se hubiera atrevido a defenestrar a nuestros iconos más intocables? Despotricó de Azorín, de Baroja, Machado; echó pestes de Ayala, Madariaga y otros distinguidos próceres. Y cantó la aleluyas del César visionario y del general con parche en un ojo. ¿Cuándo nuestra literatura volverá a cruzar los "umbrales" de la originalidad?

Fragmentaciones

Fragmentaciones
El filo huidizo de la hoja
claro manantial callado
estricta melancolía
región de sombras vanas
corcel del aire, bruma
deletérea de la mañana
escama retorcida
crujir de rama quebrantada
aire, sueño, pájaro
habitación aislada
trompeta de juicio
rosa,fuego, lástima
distancia y precipicio
lavabo, araña, cama
donde el dolor espesa
fugacidad de máscaras
seca dentellada
partir sin rumbo fijo
fijar el tiempo herido
donde el delirio acaba.

A propósito de Plá.

Plá era sin duda un hombre del pueblo, sencillo, modesto, soñador, siempre apegado a su colilla de caldo de gallina. Era un hombre cauto. No se si había leído Schopenhauer pero miraba a la vida con cierta reserva, como si su constante e irrefrenable cambio no fuera con él. Era soltero; es más, un acérrimo soltero; miraba a la mujer con misoginia fascinada. Era un naturalista; observaba la vida de frente; le importaba la menuda cotidianidad; huía de lo imaginativo; su estilo era preciso y franco.
Pla...¿Qué decir de Plá? Su definición política es lo de menos; se limitaba a vivir a fondo el pálpito de la existencia, a inmiscuirse en el ahora ampurdanés, en su vicisitud bucólica, o a aventurarse a la mala mar junto a la marinería de Cadaqués. Plá vivía y escribía, que acaso son la misma cosa. Su mejor personaje era él mismo, con su boina calada, su cigarrete, poseedor de una gran cultura de la que no alardeaba y dispuesto a devorar gustosos manjares en alguna masía aislada de Palamós. Si existe otro escritor que pueda compartir la autenticidad de Plá, ese otro era Delibes. Ambos forjaron una literatura que nos habla del hombre real, sujeto social y enraízado en la tierra. Fueron dos hombres lúcidos, serenos, en una España desbordada de encontradas pasiones. Se sabe que Plá vivía para culminar una gran obra; unas obras completas voluminosas que le proporcionaran ese algo más que un magro recuerdo en la memoria los hombres. Acaso el fervoroso culto de algunos lectores entusiastas.

A Modo de Salmo

A Modo de Salmo
¿Qué me quieres, Señor...?
¿Me atormentas?
Pérfido desasí los lazos de tu amor;
Todo soberbia, renuncié a adorarte,
a recibir con humildad el pago de tu sacrificio.
Encadenado de libertinaje te rehuía
y me refugiaba en el bastión de mis soberbias;
entregado a mis mezquindades, 
meditaba maldades sobre mí cama;
a tu fidelidad, preferí el descarrío.
Entonces Tú Señor irrumpiste en mi vida.
Como un glacial escalofrío 
me invadió tu terror numinoso,
derribaste la fortaleza inicua,
soplaste como un huracán;
fuego consumidor, me devoraste el alma,
marchitaste mi lengua,
mi vigor secaste, 
mi espíritu se soterró bajo un pozo
y en la hórrida oscuridad
derramaste mi corazón desolado.
Señor, de los pecados de mi juventud
no te acuerdes; mira solo
que solo hacia Ti encamino mis pasos solitarios.
¿Qué me quieres, Señor?
Aún suelo desfallecer,
pues aun resta en mí rescoldo del viejo hombre,
y el cáliz de mi maldad 
aun no ha sido consumado.
¿Qué me quieres, Señor?
¿Me llamas a mirarme en tu espejo de santidad?
Ten misericordia y enséñame a servirte;
no me dejes huérfano y  permíteme
apurar hasta sus heces el vino de tu sacrificio.

MELANCOLÍA

MELANCOLÍA
Solo acierto a ver la duda,
el cataclismo incierto de las horas.
Todo se vuelve sombra,
sueño baldío, lágrima
Tuviste cerca el triunfante amanecer,
la comunión del firmamento en el instante,
ese río escondido cuyas aguas
apremia al caminante beber
para ser saciado. Romperán los cristales
del cielo en melancólica tersura,
pregonarán los ecos la tardía
estrofa de los besos conturbados.
Arroyo adonde afluye toda esperanza,
raíz donde germinan los gritos,
aleluya fría del alma
en su desesperada agonía
buscando el rostro de Dios.
Todo el corazón desea,
el alma observa: detente,
o huirán todos los pájaros de la alegría
y te restará un silencio hecho trizas,
un pálpito sin objeto,
la mirada del sol vacía,
tristemente, la  melancolía.

MISTERIO

MISTERIO
lamento de las horas muertas
que se desprenden como hojas otoñales,
resuenan como cántaros vacíos,
precipitan como lágrimas
y tocan a rebato la  campana de la tarde.
Yaceré a la sombra de la enredadera
que se enrosca a los misterios del alma
penetrando de cuajo sus esencias.
En esos ojos de infinito
se circunscribe un azul de mar,
una ventana indefinida
donde se atisba el horizonte que será.
Un día los pájaros hallarán nido,
la tierra rebosará de grano
y el corcel del aire
galopará la añoranza del paisaje.
Rocío bañará las rosas de la aurora
y del cáliz del sacrificio se saciarán los labios.

Enigma de un cuadro

Enigma de un cuadro
He adquirido un cuadro bastante sugestivo. Lo compré por cuarenta euros en un rastro dominguero. Tras adquirirlo, pronto se levantaron mis suspicacias; temí que no se tratara de una pintura sino de una vulgar lámina adherida a un lienzo. Todavía persisten en mí tales cautelas, pero renuncio a acudir a un experto que me saque de dudas.
En verdad, el lienzo tiene algo de fascinante. La pintura reproduce a Venus reclinada sobre un pradecillo, recibiendo una flecha de manos de Amor. El estilo se inserta en la gran tradición italiana, evocando las grandes obras del Tiziano o Veronés. Curiosamente la firma que aparece al pie de la tela es la de Veron. El prado florido en el que se recuesta Venus tiene en la distancia las llamativas construcciones de una aldea sobre un paisaje montuoso, con un fondo de cielo de pátina grisácea.
Quizá no llegaré a conocer el valor real del cuadro, pero bástame el goce de contemplarlo mientras avanzo por el pasillo de mi casa. Fue un amor a primera vista, de esos que más se agradecen, y ya que el cielo mi privó de disfrutar de los humanales, me concede el privilegio de hacerlo con los artísticos.

La Biblia y el Así habló Zaratustra

La Biblia y  el Así habló Zaratustra
He sido testigo de una anécdota que habría causado gran placer, cuando no una satisfacción maliciosa, a Nietzsche. Ésta era el hecho de encontrar expuestas en una librería, volumen contra volumen, en la sección dedicada a textos sobre religión, a La Biblia y el Así habló Zaratustra. Tal ordenación no se si se habría hecho a posta o fuera debida a la ignorancia de los empleados, pero, en cualquier caso, es una circunstancia que hubiera reportado enorme regocijo al filósofo alemán.
Nietzsche, cuando concibió el libro en las alturas de Sils María, quizá hubiera acariciado tal posibilidad, soñado que su libro para todos y para nadie alcanzase semejante resonancia y ocupara ese lugar preferente junto al libro de libros, el "logos" fundamental. Porque, en efecto, el Zaratustra era el libro en que Nietzsche se basó para cimentar su nueva doctrina, dando al mundo una nueva esperanza superadora del nihilismo. A través de su poética excelsa amanecía el nuevo hombre.
¿Ocupará la filosofía niezscheana ese papel alternativo en nuestros días? Seguramente  ocupa un papel, en el que a veces esta sociedad desorientada se acerca a mirarse, pero apenas adelanta unos pasos en esa dirección. El cristianismo ha resistido la dura prueba de la debacle decimonónica, y esa pregonada muerte de Dios no deja de ser una opción alternativa, una derivada teórica, y la doctrina de Cristo, aun en medio del caos, permanece vigorosa como planta bien enraizada. Porque más que el Zaratustra, esa propuesta mítica para el mañana, el verdadero peligro para la religión se encuentra en ese estadio que Nietzsche trató de superar: el nihilismo, la indiferencia, ese materialismo caníbal que todo lo consume.

CALIGRAMA

CALIGRAMA
meteoro
           que
               rasga
                     el perfil
                               del aire
                                         al declinar
                                                       la tarde
                                                                serpentina
                                                                              calambre
                                                                                           filo
                                                                                               llama
                                                                                                      estilete
                                                                                                                metralla
                                                                                                                           que rasga
                                                                                                                                  papel
                                                                                                                                                 

DÍA DEL HOMBRE

DÍA DEL HOMBRE
Extremo día del hombre,
región de los sueños exterminados
donde el fanal del destino ya no alumbra.
Puedo ver cómo su indiferencia se agrupa,
cómo late el vaivén de su oleaje
el chirriar de su maquinaria
el grave resuello de su extinción.
Un día el mundo nos habló de maravillas,
presentido hemisferio de los sueños encantados;
pero cuando la venda se cayó de los ojos
conocimos que todo eran cuentos.
Una sarcástica melodía suena
en el fatigado acordeón
que antaño evocara melodías marineras.
¿Será la araña o el alacrán
quien inoculará su veneno
en la esencia de los sueños?
Luego vendrá el fatal gusano
y descarnará la última hebra
de nuestra calavera.
¿Cuándo nuestro espíritu
volverá a soñar el mar,
los bosques fecundos de las latitudes perdidas,
y renacerá la esperanza en la preñada primavera?

Deseo

Deseo
Puedo ver esas cuencas vacías,
el silencio yerto
en el precipicio de las sombras.
Lágrimas roídas, el viento
en ráfagas deshilachadas,
la oreja incierta que apenas oye
el rumor insomne de la aurora.
La saliva sobre el cáliz,
la letra extendida
en el pergamino reseco
donde apenas alienta un temor,
una geografía desmembrada
en un piélago recóndito.
Los abedules en el bosque
sin fronteras, las ramas ateridas
bajo el peso de la nieve,
la leve claridad de un sol macilento,
y las grullas, largo paso del invierno,
lento mancillar del tiempo
sobre la hojarasca del hambre extendida.
Podría regurgitar ese vano sentimiento,
escarbar el pómulo horadado
y cantar la triste canción de la desesperanza.
Pero siempre habrá un mañana,
unos ojos anónimos hurgando
la oscuridad palpitante,
el alma diseminada, un llanto.
ese oscuro presentimiento. Deseo.