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ANFORTAS

ANFORTAS

 Evita el flujo de esta agua seca,

de esta herida en el costado,

que mana inagotable, su fuego,

el ardor que me atormenta

y que sólo la esencia alada cauteriza.

Aborrece de la flor el perfume,

la apariencia sensual de su forma,

la tentadora turgencia de rosa,

su placentero deleite como promesa.

Huye donde no te reconozcas,

donde no habite más pasado que el olvido,

y en las aguas puras del secreto río

te sumerjas, lavando tu carne infecta,

limpia su mácula y el mirar, sin tristeza.

Fuente que sacia

Buscar, buscar... lo que uno busca
es esa fuente que sacia,
ese limpio manantial que preserva
el alma pura. Esa quimera
que buscamos en el abrazo,
en el revuelo de los cuerpos enlazados
y cuya única gloria la encontramos
en el fruto. Lo otro, amor sin esperanza,
con recompensa efímera. Gracia
que se escapa en esta carne de sepulcro,
que sólo alcanza lo amargo de la vida,
finitud, distancia, desengaño; plenitud
que anhelas atrapar, aunque sólo
queda el despojo de tu alma vacía,
de tu huerto lleno de rastrojos,
de tus momentos sin armonía,
Ese corazón parece tierno, pero
al probarlo tiene aspereza de cardo,
intenso de melancolía su éxtasis caduco.
Sólo al cabo de esa lágrima vertida
tras el umbral de la desesperanza,
sola el alma en su mismidad,
ávida de tristeza contrita, fluye
como fresca fuentecilla ese bálsamo
de gozo que el pesar aliviará,
victorioso en la lucha estéril,
fértil en el árido páramo de tu soledad.













Lucero de la tarde

Lucero de la tarde

 

¿ Cuál será ese primer lucero de la noche,

esa estrella que brilla sobre el pálido azul?

¿Por qué interpondrá su fría soledad

ante el corazón limpio y necesitado?

La creación canta cual fuente que mana...

por eso tú brillas primero; asomas

como el heraldo anunciador del firmamento.

En tu luz lo absoluto se hace cifra,

miríadas de puntos de luz que aguardan

la caída del velo de la tarde, la última

lágrima de sol sobre la faz de la tierra.

¡Luce, estrella, porque es tu misión asignada!

¡Cómo la mía exaltarte en tu libertad callada!


No puedo dejar de mirarla

No puedo dejar de mirarla

 Sé que perdí la primavera.

Ya entrado el otoño, añado,

que mi rastro arrastra sus hojas secas.

 El alma se envuelve de frías ausencias

y el recuerdo trae la recompensa 

de una lágrima, furtiva o lánguida.

Medito en los ritos

que mi soledad congrega.

Pero hasta lo más sagrado 

la costumbre harta y busco

en los días una esperanza casta.

No quiero perecer en el doler de amarla,

pues sé que al torcer cualquier esquina,

la perderé mañana.

Sólo sé que cuando la miro,

no puedo dejar de mirarla.

Y añoro su andar ligero,

su palidez tatuada,

su dulzura en mis entrañas,

la inquietud cuando devuelve

su mirada. Sé, por los años,

que la vida nada regala,

salvo penurias a ultranza.

Concluiré que cuando la miro,

no puedo dejar de mirarla.

El caso Wagner

El caso Wagner
Tengo solicitada la opción a una entrada de las que pone a la venta el Festival de Bayreuth, a celebrar en agosto del próximo año. Esta posibilidad conecta con la remota tarde del pasado, en la que un jovenzuelo de 17 años sintonizó por vez primera con el Festival, a través de Radio Nacional de España. Durante aquellas primeras audiciones tuve la oportunidad de escuchar la introducción y comentarios a cada uno de los "dramas", de la voz de ese wagneriano de pro que fue Ángel Fernando Mayo.
 Acudir a Bayreuth no resulta una aventura barata. Mi ilusión habría sido conseguir una entrada y presenciar in situ una representación de La Valkiria, pero, al parecer, las entradas para la tetralogía se venden en un solo paquete, maratoniano y carísimo. Lo cual parece excesivo para un aficionado para el que la música no cumple el papel primordial de su vida y cuyo bolsillo tampoco esta disponible para determinados dispendios. Si hay suerte podré asistir a un Parsifal o un Lohengrin, que tampoco son moco de pavo. Pernoctar en Bayreuth no es del todo un inconveniente, ya que tal vez pueda cursar una visita Wahnfried. Tengo entendido que allí se conservan muebles y enseres que pertenecieron al maestro, su piano por ejemplo, y parece ser que en el jardín se halla la tumba donde reposan sus restos.
Como dice Thielemann, si me topara un buen día de frente con Wagner, seguramente me desagradaría su aspecto y sus maneras de artista predestinado. Sería presumible y normal, que a un joven nacido en la costa mediterránea y cuya formación no fue en absoluto elitista, le fuera indiferente la música del compositor del anillo. Acaso esta contradicción resida en que ese elitismo que a mi me faltaba, y que recaía en Wagner, fue el que propició mi acercamiento a su música. El interés por su personalidad aumentó tras las lecturas de Nietzsche que compaginaba con la audición de fragmentos de las "óperas" wagnerianas. La animadversión que el autor del Anticristo sentía por el otrora idolatrado músico despertó en mi un mayor interés por su música.
Thielemann afirma que Bayreuth nos es en absoluto sofisticado. El teatro, construido bajo el asesoramiento del propio Wagner, presenta gran sobriedad, con escasos lujos, salvo el de asistir a una sala caracterizada por poseer una sonorización de las más perfeccionistas entre los teatros de mundo.
Debe constituir una suprema delicia asistir en él a una representación del Parsifal ( lástima que ya no pueda ser bajo la batuta de Knappertbusch) o un Lohengrin que no desmerezca mucho. Se cuenta que las puestas en escena del Festival son endemoniadas. Allí se ha deconstruido a Wagner de mil maneras,
sin por ello disminuir su fascinación musical. 
En cualquier caso, esperemos que se faciliten esas entradas tan inexpugnables y que pueda disfrutar de un agosto teutón, con todas las maravillas que encierra el país.

Solitude

Solitude

Siento que aún respiras a mi lado, 

que mi brazo roza  tu contorno.

Tras la ventana se despoja el día, 

ya no brilla la luna, redonda,

purpurina. Se oye

el trino de un pájaro insomne,

el motor desesperado de algún coche.

Mi cuerpo está que arde

en el infierno de encontrarte,

en la desolación de abandonarte.

Mi alma quedó fría, la soledad

sabía que en la alcoba de mi deseo

no tendría compañía. Hoy

no sé si estás viva; si aún

amas, si aún odias, si aún trincas.

Mi sexo se hundía en el fango,

en su miseria, venerando falsas idolatrías.

Pueden dos almas quererse

 pero no reconocerse.Sí,

la luna encendida, la ingratitud

de un beso amargo,

días sabiendo a olvido. Mentiras.

Zafios compadreos.

Amores que son harapos;

desengaños que solo buscan 

en el fondo del desdén,

tras necesidades que nunca hallan,

descarriados en un laberinto de infortunios.

Mi soledad estaba convencida 

de que no la compartirías,

de que de tu recuerdo

no me quedaría ninguna fotografía.


La soledad de Herodes ( poema)

La soledad de Herodes ( poema)

 El silencio rasga el tiempo en Makeronte,

sumido el aposento en lobreguez,

siquiera iluminado por el brillo 

del aceite de unas lámparas dispersas.

Herodes está solo; junto al trono

 nadie queda, ni consejeros, ni sirvientes,

ni aduladores, ni bufones ni danzantes.

Esa voz que ya ha acallado

la hoja del alfanje,

aún resuena en sus adentros

con obstinado rigor: "¡Arrepentíos!

Porque el reino de los cielos está aquí."

-¿Cuál es ese reino que aun Roma desconoce?


Tenía cerrados los ojos la testa seccionada,

pero tras los párpados se advertía su fulgor.

Grosero pareció exhibirla en la bandeja

cual manjar de un banquete desdichado.

Perdura aún el resquemor por la flaqueza

de haber cedido a unas intrigas de mujer;

pero parece aliviado de verse libre del profeta

que con el filo de su lengua atormentaba.

Las mieles del lecho de su hijastra Salomé

endulzarán el amargor de la bajeza;

así lo sueñan sus lascivias abyectas,

ávidas del prurito genital. 

Le sobraban agravantes para ajusticiar

a tan incómodo asceta alborotador.

Tras la sentencia ejecutada,  Herodes 

permanece pensativo en su solio hipotecado,

apurando el vino licencioso en fina crátera,

escrutando en los rincones de su alma

sus sórdidas mazmorras, los férreos grillos

a los que permanece encadenado,

la aridez de sus pesares abundantes

a los que apenas humedece una corriente

ni mitiga un bálsamo de flor.


Envidiaba la paz interior 

que parecía acompañar al profeta,

esa templanza con que afrontaba

el infortunio y acrecentaba su vigor. 

Siquiera tembló  ante la rudeza del verdugo,

 ni estremecieron sus carnes,

temerosas del acero, decidido ya su fin.

Un aura serena acompañaba su figura.

El misterio guiaba su destino,

que escapa a los mortales escrutar.

Su palabra brotaba mansa pero ardía,

como abrasa el sol en el desierto,

 como fuego que quema en el hogar,

hiriendo como aguijón capaz 

de atravesar el fondo de las almas

y descubrir en sus miserias la verdad.

Su cuerpo enteco, de ayuno y privación,

misérrimo el vestido pellejudo,

conferían a su semblante fibroso

naturaleza de orgánico cristal,

donde transparentaban las venas, 

los músculos, la virtud, su decidida voluntad.. 

Firme se mantuvo al ser  interrogado;

sometido a cruel tortura, no abjuró

de las acusaciones proferidas,

sancionando como ilícito el tálamo real,

lecho mancillado por la culpa adulterina..

Ni un momento su cerviz claudicó

ante el tetrarca, como cualquier súbdito

que debiera pleitesía, y su mirada feroz,

en la reina, animó animadversión 

y alimentó su inquina. Salomé

fue la prenda de ese juego miserable

con cuya codicia la prudencia cedió.

Herodes hurga la pústula en su llaga,

de lo que pudo haber sido y no fue.

Escuece en la carne lacerada,

entre el pus y la sangre coagulada,

la herida de tanto yerro y abominación.

Herodes no duele por la nación,

pues su estirpe es Idumea

y comparte otros dioses con Dios.

El poder lo debe a Roma, a los dados,

a la intriga, al soborno y la  traición.



.

E


ADQUIERE TU EJEMPLAR

LEER ES MEJOR QUE MIRAR
¿ A QUÉ ESPERAS?
ADQUIERE TU EJEMPLAR





 



Ortigas de tormento

Ortigas de tormento

 siento, al pie de un sueño efímero,

entre la ambigüedad de la nostalgia,

el manar doliente de un deseo,

entre ortigas de tormento,

con el residuo yermo del pecado,

buscando un olvido que nunca llega,

porque su ascua candente permanece.

Fuego de misterio insistente,

dormido su pulso entre infiernos,

que de cuando en cuando atizan 

sus carbones en el alma.

En el crisol de lo íntimo retarda

la muestra pura.

Magma de carne sin esperanza,

sueño condenado a su miseria.

¿Por qué en latencia permanece

y su llama quiere arder permanente,

y busca combustión simultánea, 

hasta que se consume y apaga?

Tirito con frío de cadáver,

cuajada el alma como témpano,

y desesperado aguardo, anhelo,

sentir otra vez, sentimentalmente,

el flujo candente por mis venas

que lleva escrita mi condena.

Ruego a Dios que no mire mis caídas

y atienda con indulgencia mis pesares.

La regla de tres

La regla de tres

 Fuera de esperar que me indignara,

que renegara del destino su arbitrario proceder.

Creí que la paloma en mi palma bebería;

que había cambiado el albur del infortunio,

pero de nuevo la vida muestra su revés.

En otro tiempo me desahogaría 

con algún desaire soez, sin ánimo de ser

descortés exigiría algún por qué;

pero por desgracia el desamor

siempre es cosa de tres.

Voz que clama en el desierto!

Voz que clama en el desierto!

 Por los acontecimientos que se suceden últimamente en España como en buena parte del mundo debemos colegir que no podemos confiar para nada en la justicia de los hombres. Pero no olvidemos que todos deberemos responder ante la justicia de Dios.

Se nos presenta un panorama donde las instituciones y aun el propio estado hace aguas. Gobernantes inescrupulosos y políticos incompetentes sumen al ciudadano en una corriente de injusticia, teniendo que soportar una convivencia adulterada, una mengua de las libertades y un deterioro moral que vuelve los objetivos sociales y humanos poco menos que frustrados y baldíos. La corrupción se ha adueñado de los engranajes del sistema. ¿Cómo ha sido posible que líderes de ambiciones espurias y organizaciones más que cuestionables hayan escalado hasta las alturas decisorias del poder, destruyendo la cohesión social y arruinando la convivencia y todo fundamento sagrado, en donde se fortalece y afirman las aspiraciones más nobles de una nación? La nación la han desgarrado, la patria la han podrido, al ciudadano traicionado y ninguneado, pervirtiendo su identidad. ¡He aquí la voz que clama en el desierto...!

Sé que suena a disparate

Sé que suena a disparate

 Creí que no podía ocurrir de nuevo,

que la fuente estaba seca,

que nunca por mis venas

fluiría más ese tibio manar.

Creí que ya mi pecho nunca

contendría la alegre mariposa,

el rubor estremecido, la gozosa

sintonía de un corazón cordial.

Sé que suena a disparate,

que ese juego no lo volvería a jugar;

más la baraja enseña buenas cartas,

y aun lo imposible obró Dios con Abraham.

fotos

 fotos



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Luna de plata y oro

Luna de plata y oro

 Luna, eres plata y eres oro,

según a cuál poeta...

eres fría y misteriosa,

eres clara y tenebrosa.

Espejo y geometría,

duración y silencio,

soledad y trayecto.

Tú, que contemplas el río,

que hurgas en la noche

como en la quietud del pozo,

rotunda en la vastedad del cielo,

estela en el mar proceloso.

Luna que miras atenta

doquiera te sigan los ojos.

El secreto de tu enigma

buscó un hombre tras otro;

en pos del nocturno rastro

quiso indagar tu retrato,

redondo cristal reflejo,

patena pura y sin huella,

advirtiendo que en tu ojo,

vigía de las estrellas,

se había reunido lo eterno.

Pues Dios te puso en su cosmos

para velar, del Todo, su sueño.

Seppuku (poema)

Seppuku (poema)

 Carne de alma en el pecho de lágrimas,

urgencia escondida, voz de las entrañas

desesperadamente al filo de su nada,

de su furia de tormentos imperfectos, 

enumerando el cómputo de esa cifra

estéril, mórbida, que el deseo calibra,

que la zozobra arrastra, sutileza, capricho.

Late el centro y dispersa su sonido.

Empuña la mano el óbito de acero.

¿Resonará en la tarde ese gong definitivo,

destilando el aire el jugo de la muerte,

doliente barcarola transida de crepúsculo,

samurái desventrado por el filo de su daga,

nevado el monte Fuji al fondo de la estampa?

¿Recordará algún río su paso por la tierra?

Siempre hay una Arcadia feliz

para quien no encuentra un destino,

una cruz para el cristiano,

para el oriental un loto

Silenciosa se agolpa la tristeza, flor

que despereza la intangible atardecida,

corola extenuada de consuelos, 

gravitar de célula hostil y tenebrosa.

En medio del coágulo de sangre

brilla la hoja como un gozo,

el mayor dolor heraldo de victoria,

triunfar sobre un oponente misterioso.

Se agolpa la carne del alma en un silencio;

la del corazón, se le ha vuelto una rosa.

La muerte, eterno pozo.



Delicia de amar

Delicia  de amar

 Te miro, y te siento traslúcida,

como de cristal, leve

la carga de tus penas, 

entre las que aún sonríe

el corazón. Te mueves

ágil cual gacela, miras

con tierna lealtad.

La noche de tus ojos

irradia como el día,

ligero tu blando caminar.

Adivinar cómo quieres

abre mi fantasía, bien

 reservas tu delicia de amar.

Indiferencia (poema)

 Indiferente fuiste a la sangre de mis lágrimas,

al infierno de ascuas de mi corazón herido, 

al grito desolado que abortó mi garganta,

al fin de tanto denuedo que no se vio cumplido.

En este crudo invierno ya no quedan hojas,

las barrió el temporal que sopla quejumbroso

sobre el paisaje helado que el silencio despoja,

contemplando alejarse la barca de bogar moroso.



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