Creí que no podía ocurrir de nuevo,
que la fuente estaba seca,
que nunca por mis venas
fluiría más ese tibio manar.
Creí que ya mi pecho nunca
contendría la alegre mariposa,
el rubor estremecido, la gozosa
sintonía de un corazón cordial.
Sé que suena a disparate,
que ese juego no lo volvería a jugar;
más la baraja enseña buenas cartas,
y aun lo imposible obró Dios con Abraham.
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