Por los acontecimientos que se suceden últimamente en España como en buena parte del mundo debemos colegir que no podemos confiar para nada en la justicia de los hombres. Pero no olvidemos que todos deberemos responder ante la justicia de Dios.
Se nos presenta un panorama donde las instituciones y aun el propio estado hace aguas. Gobernantes inescrupulosos y políticos incompetentes sumen al ciudadano en una corriente de injusticia, teniendo que soportar una convivencia adulterada, una mengua de las libertades y un deterioro moral que vuelve los objetivos sociales y humanos poco menos que frustrados y baldíos. La corrupción se ha adueñado de los engranajes del sistema. ¿Cómo ha sido posible que líderes de ambiciones espurias y organizaciones más que cuestionables hayan escalado hasta las alturas decisorias del poder, destruyendo la cohesión social y arruinando la convivencia y todo fundamento sagrado, en donde se fortalece y afirman las aspiraciones más nobles de una nación? La nación la han desgarrado, la patria la han podrido, al ciudadano traicionado y ninguneado, pervirtiendo su identidad. ¡He aquí la voz que clama en el desierto...!
0 comentarios:
Publicar un comentario