No puedo dejar de mirarla

 Sé que perdí la primavera.

Ya entrado el otoño, añado,

que mi rastro arrastra sus hojas secas.

 El alma se envuelve de frías ausencias

y el recuerdo trae la recompensa 

de una lágrima, furtiva o lánguida.

Medito en los ritos

que mi soledad congrega.

Pero hasta lo más sagrado 

la costumbre harta y busco

en los días una esperanza casta.

No quiero perecer en el doler de amarla,

pues sé que al torcer cualquier esquina,

la perderé mañana.

Sólo sé que cuando la miro,

no puedo dejar de mirarla.

Y añoro su andar ligero,

su palidez tatuada,

su dulzura en mis entrañas,

la inquietud cuando devuelve

su mirada. Sé, por los años,

que la vida nada regala,

salvo penurias a ultranza.

Concluiré que cuando la miro,

no puedo dejar de mirarla.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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