El caso Wagner

Tengo solicitada la opción a una entrada de las que pone a la venta el Festival de Bayreuth, a celebrar en agosto del próximo año. Esta posibilidad conecta con la remota tarde del pasado, en la que un jovenzuelo de 17 años sintonizó por vez primera con el Festival, a través de Radio Nacional de España. Durante aquellas primeras audiciones tuve la oportunidad de escuchar la introducción y comentarios a cada uno de los "dramas", de la voz de ese wagneriano de pro que fue Ángel Fernando Mayo.
 Acudir a Bayreuth no resulta una aventura barata. Mi ilusión habría sido conseguir una entrada y presenciar in situ una representación de La Valkiria, pero, al parecer, las entradas para la tetralogía se venden en un solo paquete, maratoniano y carísimo. Lo cual parece excesivo para un aficionado para el que la música no cumple el papel primordial de su vida y cuyo bolsillo tampoco esta disponible para determinados dispendios. Si hay suerte podré asistir a un Parsifal o un Lohengrin, que tampoco son moco de pavo. Pernoctar en Bayreuth no es del todo un inconveniente, ya que tal vez pueda cursar una visita Wahnfried. Tengo entendido que allí se conservan muebles y enseres que pertenecieron al maestro, su piano por ejemplo, y parece ser que en el jardín se halla la tumba donde reposan sus restos.
Como dice Thielemann, si me topara un buen día de frente con Wagner, seguramente me desagradaría su aspecto y sus maneras de artista predestinado. Sería presumible y normal, que a un joven nacido en la costa mediterránea y cuya formación no fue en absoluto elitista, le fuera indiferente la música del compositor del anillo. Acaso esta contradicción resida en que ese elitismo que a mi me faltaba, y que recaía en Wagner, fue el que propició mi acercamiento a su música. El interés por su personalidad aumentó tras las lecturas de Nietzsche que compaginaba con la audición de fragmentos de las "óperas" wagnerianas. La animadversión que el autor del Anticristo sentía por el otrora idolatrado músico despertó en mi un mayor interés por su música.
Thielemann afirma que Bayreuth nos es en absoluto sofisticado. El teatro, construido bajo el asesoramiento del propio Wagner, presenta gran sobriedad, con escasos lujos, salvo el de asistir a una sala caracterizada por poseer una sonorización de las más perfeccionistas entre los teatros de mundo.
Debe constituir una suprema delicia asistir en él a una representación del Parsifal ( lástima que ya no pueda ser bajo la batuta de Knappertbusch) o un Lohengrin que no desmerezca mucho. Se cuenta que las puestas en escena del Festival son endemoniadas. Allí se ha deconstruido a Wagner de mil maneras,
sin por ello disminuir su fascinación musical. 
En cualquier caso, esperemos que se faciliten esas entradas tan inexpugnables y que pueda disfrutar de un agosto teutón, con todas las maravillas que encierra el país.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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