Siento que aún respiras a mi lado,
que mi brazo roza tu contorno.
Tras la ventana se despoja el día,
ya no brilla la luna, redonda,
purpurina. Se oye
el trino de un pájaro insomne,
el motor desesperado de algún coche.
Mi cuerpo está que arde
en el infierno de encontrarte,
en la desolación de abandonarte.
Mi alma quedó fría, la soledad
sabía que en la alcoba de mi deseo
no tendría compañía. Hoy
no sé si estás viva; si aún
amas, si aún odias, si aún trincas.
Mi sexo se hundía en el fango,
en su miseria, venerando falsas idolatrías.
Pueden dos almas quererse
pero no reconocerse.Sí,
la luna encendida, la ingratitud
de un beso amargo,
días sabiendo a olvido. Mentiras.
Zafios compadreos.
Amores que son harapos;
desengaños que solo buscan
en el fondo de la copa,
tras necesidades que nunca hallan,
descarriados en un laberinto de infortunios.
Mi soledad estaba convencida
de que no la compartirías,
de que de tu recuerdo
no me quedaría ninguna fotografía.
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