siento, al pie de un sueño efímero,
entre la ambigüedad de la nostalgia,
el manar doliente de un deseo,
entre ortigas de tormento,
con el residuo yermo del pecado,
buscando un olvido que nunca llega,
porque su ascua candente permanece.
Fuego de misterio insistente,
dormido su pulso entre infiernos,
que de cuando en cuando atizan
sus carbones en el alma.
En el crisol de lo íntimo retarda
la muestra pura.
Magma de carne sin esperanza,
sueño condenado a su miseria.
¿Por qué en latencia permanece
y su llama quiere arder permanente,
y busca combustión simultánea,
hasta que se consume y apaga?
Tirito con frío de cadáver,
cuajada el alma como témpano,
y desesperado aguardo, anhelo,
sentir otra vez, sentimentalmente,
el flujo candente por mis venas
que lleva escrita mi condena.
Ruego a Dios que no mire mis caídas
y atienda con indulgencia mis pesares.
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