Viene siendo ya una convención reponer en la tele por navidades el filme de Frank Capra "Qué bello es vivir". Este año , favorecido por la cena familiar que acabó temprano, sin nada mejor que hacer me sumergí en la epopeya del hombre honrado que postula la película. Con el drama de George Bailey muchos nos sentimos identificados, o cuando menos despierta nuestra solidaridad. Partes de nuestra biografía coinciden con su trayectoria, una trayectoria plagada de renuncias, de sacrificios, pero donde también gracias a ese ascesis se alcanza quizá la recompensa más valiosa, acaso el fruto más fundamental para nuestra alma: el amor de nuestros semejantes.
Confieso que las películas de Capra jugaron un papel extraordinario durante mi formación. Su tabla de valores coincidía plenamente con los ya arraigados por una larga educación cristiana. En sus películas Capra habla sobre todo del corazón del hombre, de las firmes raíces en donde se asientan los pilares de la conciencia americana, y por extensión de todo el occidente. Moral asentada en los valores cristianos de libertad, solidaridad y justicia.
¿Es la historia de George Bailey el recuerdo de un hombre ya periclitado? ¿Están desfasados sus planteamientos éticos? ¡Cabría preguntar a nuestros corazones! No desmiento en mi caso que las últimas secuencias del filme me siguen conmoviendo, denunciando que nuestra sensibilidad permanece viva bajo el endurecido caparazón de autodefensa y que aún quedan lágrimas secretas
en el intrincado seno del corazón.
Confieso que las películas de Capra jugaron un papel extraordinario durante mi formación. Su tabla de valores coincidía plenamente con los ya arraigados por una larga educación cristiana. En sus películas Capra habla sobre todo del corazón del hombre, de las firmes raíces en donde se asientan los pilares de la conciencia americana, y por extensión de todo el occidente. Moral asentada en los valores cristianos de libertad, solidaridad y justicia.
¿Es la historia de George Bailey el recuerdo de un hombre ya periclitado? ¿Están desfasados sus planteamientos éticos? ¡Cabría preguntar a nuestros corazones! No desmiento en mi caso que las últimas secuencias del filme me siguen conmoviendo, denunciando que nuestra sensibilidad permanece viva bajo el endurecido caparazón de autodefensa y que aún quedan lágrimas secretas
en el intrincado seno del corazón.