CONCIERTO Nº 2 DE RACHMANINOV

El gusto es algo en verdad en continua evolución; como cuanto nos rodea, está sujeto al cambio. Cuando uno cree formado y asentado su juicio y sus valoraciones, hete aquí que esa maduración del espíritu en la alquimia de la vida, nos sorprende con unas sintonías que no creímos que se pudieran producir.

Mi conocimiento de la obra musical de Rachmaninov se remonta a esa época, hoy remota, de mi personal acercamiento a la música llamada clásica. Como todo apasionado, este contacto con dicha música no se produjo sino con ímpetu desbordado, con la avidez del inane, con la furia del enamorado que necesita saciarse de cuanto anhela su corazón. Como mi espíritu, aún tosco, irradiaba el vigor de la juventud, buscaba en ese ámbito musical cuanto estuviera acorde con la impaciencia de su pulso, con el fluir pasional que recorría sus venas, mientras anhelante esperaba alcanzar por el influjo de las notas un anonadador paroxismo. Su primer amor, como el de otros muchos, fue sin duda Beethoven. ¿Quién podría sustraerse a su fuerza telúrica, eludir su abrazo arrebatado al mundo, desentenderse de su dimensión sideral? Y Beethoven perduró; luego vendría Wagner con su extraordinaria fuerza musical y poetica; vino para quedarse y para constituirse en uno de los compañeros más frecuentados de mi vida. Mi espíritu se sentía reacio a que otros penetraran en el ámbito de estas dos potestades de la música, y se volvió exclusivista. De esta época quizá date mi primera audición de Rachmaninov; entonces, me pareció un músico algo flebe, pastoso, retórico y por demás plúmbeo. Su música se me antojaba nebulosa e indirecta, y, pese a su apariencia fascinadora, no lograba trasponer las puertas de mi gusto y de mi corazón.
Pero, en realidad, para asumirlo, ¡qué duda cabe!, se necesitaba ese rodar depurador del tiempo, esa evolución del gusto, la dilatación de esas estrictas normas estéticas que luego reconocieron la genial obra de Mozart, el universo estilizado y melancólico de Chopin, y las vicisitudes en ese salón de la íntima subjetividad romántica, lo cual   ayudaría luego a reconocer el torrente sensible y aristocrático que constituye la voz de Rachmaninov. De modo, que hoy puedo exclamar con Marilyn Monroe, en "La Tentación Vive Arrriba", al escuchar el concierto numero 2 para piano y orquesta del compositor ruso:  ¡Sucumbo a su impacto emotivo".
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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