PLATERO, DE NUEVO EN LOS PRADOS DE MOGUER

Miente quien diga que Platero ha muerto,
como yerra quien constate la muerte del poeta.
Porque el poeta perdura mientras se escuche su voz,
mientras un hombre tenga una razón de amar
y su alma busque saciarse de esa sed inconcreta,
que es la esencia celeste de su divagar.

A Platero aún se lo ve brincar por los campos,
revoltoso, sacudiéndose el vuelo liviano de la mariposas
que pululan trémulas las marismas de Moguer.
Es en la mañana, cuando el astro se quiebra en cristales de aurora
y el mar llena de brillantes de oro sus azules;
entonces, sí, no falta la mano amiga que acaricie su lomo plateado,
ni la risa pueril que celebre su monta,
mientras Platero soporta dócil el leve peso
y observa con sus ojos vítreos de escarabajo
la candidez alborotadora de los juegos infantiles.

En esas horas sutiles es cuando Platero sueña:
se imagina trotar los mullidos prados del paraíso
y gozar en su carrera alocada de la abundancias de tal vergel.
Se recrea con los cantos de los inefables pajarillos y el solaz de sus remansos;
aunque algo estremecido por una voz que parece resonar en lontananza
como el eco memorial de su amo Juan Ramón.
Cuentan que hay en lo espeso de su fronda un manantial,
a cuya corriente acude Platero a diario a abrevar,
y en cuya delicia esconde la semilla perpetua
de la promesa, el milagro del momento eternal,
claro espejo de aguas puras donde se llega a reflejar
 la mirada sonriente y gozosa de quien se proclamó rey
 sobre otro Platero, tan terco y peludo, en Jerusalén.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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