EL CANON OCCIDENTAL

En estos días leo El canon occidental, de Harold Bloom. Para todo devoto de la literatura puede considerársele como un manual imprescindible, un top ten de los escritores elevados a categoría universal.
A mi parecer, la construcción de un canon se presenta como una tarea difícil, cuando no problemática. Pues salvo la inclusión en ese listado de esos nombres que todos reconocemos como indiscutibles, todos los demás entran de lleno en las variables del gusto. Bloom, para establecer su canon, plantea un decálogo de cualidades artísticas ampliamente reconocidas en ese infinito agón en busca de la belleza, cualidades que tal vez sean consideradas como determinantes por cierta élite de la crítica especializada, pero que se vuelven más difusas a ojos de los primordiales destinatarios de la obra literaria: el lector común.

Al confeccionar su lista, Bloom no puede obviar sus predilecciones, hijas de una cultura específica y también de unas limitadas latitudes, que él proyecta como universales. No es vano que en sus cánones persista un predominio de la literatura anglosajona. Quizá nadie discuta la particular dimensión de Shakespeare en la letras universales, pero no nos cabe duda de que ese papel primordial hubiera variado en la selección de un crítico procedente de otras culturas, no menos que en la de ese lector sencillo que goza de la libertad de discernir cuáles fueron esos escritores fundamentales para su vida.

Quizás para la ordenación correcta de un canon solo contemos con ese tamiz del paso de la edades, que ha consagrado, libres de degradación, esos nombres que todos conocemos; ya que conforme se va llegando a la contemporaneidad cuesta bastante más discernir quién de ellos salió más airoso de ese agón en pro del galardón de la belleza y del reconocimiento histórico. No discutimos los nombres que el crítico norteamericano incluye en sus canon, pero existen otros muchos con cualidades y méritos igualmente excelentes; y en cualquier caso, sobre gustos no hay nada escrito.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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