GRECIA, AYER Y HOY

Hará cosa de un año, por estas fechas, me hallaba a resguardo del sol implacable en la tabernas ubicadas frente al ágora, en Atenas. La hospitalidad mediterránea y el refrigerio de una jarra de agua bien fresca hacían el momento de sobra placentero. El ágora  es ese lugar mágico de Atenas, donde se puede reconstruir de sus piedras esquilmadas ese sueño esplendoroso de lo que un día fuera la ciudad más floreciente de la hélade. La Acrópolis nos habla más del apogeo de sus dioses, honrados con el oro de la liga marítima, de la cual la ciudad era hegemón. Pero el ágora nos describe en la memoria de sus viejas piedras cómo era la vida ciudadana, socíal y políticamente. A un lado y otro de los senderos, se hunden los fosos, demarcados por muros de piedra, de esos emblemáticos edificios que constituyeron el ser y no ser de la ciudad. El Areópago no anda lejos, se  pueden distinguir las huellas de sus templos, de sus truncadas columnas alineadas, de sus stoas, de edificios tan singulares como el tholos, o de zonas tan primordiales como el pnix; queda como un testigo vivo y fundamental, el theseion, por cuya grácil arquitectura se nos habla de la luminosa verdad de Grecia, de una memoria que no quiere abandonarnos del todo.
El año pasado, Grecia ya había sido rescatada, pero la vida discurría normal y plácidamente. En el parlamento, la soldadesca efectuaba su vistoso cambio de guardia, sin ahorrar su pompa y circunstancia, para el turista. Los bazares mostraban su pintoresquismo oriental  y se ecuchaba cercana la argentina melodía del Sirtaki, asombrosamente jovial para un pueblo que tanto conoce del pathos.
El año pasado Tsipras aún se hallaba agazapado, esperando su momento. La cera ardía en las iglesias;
los comercios, menos frecuentados, lucían las mejores galas; los restaurantes celebraban los fastos de su cocina. Atenas se protegía de .las inclemencias solares y los inquietos turistas se paraban atónitos frente al deslumbrante pórtico de la Academia platónica. Por aquellos días Merkel dormitaba, no habíamos oído hablar de Varoufakis, y ni pensábamos en el corralito. No poníamos en duda que un país que se había desembarazado de los persas, sabría zafarse también de la camarilla de sus acreedores que ni siquiera contaban con los inmortales de Jerjes. No deja de ser lamentable que veamos ver agonizar ante nuestros ojos un genuino modo de vida mediterráneo.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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