BELLE DE JOUR

En un gran centro comercial, durante la temporada de rebajas, revolviendo entre una montaña dedicada a lo audiovisual encontré entre todo aquel material de deshecho un Dvd de Belle de jour, de Buñuel. Lo oferta no venía sola sino que iba acompañada de un episiodio de todo aquel serial erótico, enormemente popular, que constituyó el ciclo de Enmanuelle. Sobre cuál de los dos títulos fue el que me impulsó a decidirme a comprar aquella devaluada oferta habría que hacer sus cábalas. Seguramente, debí padecer por entonces lo que en la actualidad se definiría como subidón sexual. Ya en casa, tras visionar la primeras y decepcionantes secuencias de Enmanuel,  escondí la película en el rincón en donde suelo depositar el escombro audiovisual.

Pero la otra noche, respondiendo también a inconfesables razones, rescaté el Dvd de su letargo y lo introduje en el reproductor. Esta vez, me decidí por Belle de jour. Vi por primera vez la película hace años, cuando el hábito del cine se prodigaba todavía y se precisaba estar al tanto de aquellos films rubricados por los grandes maestros. No nos cabe duda que Buñuel lo fue. En su filmografía, quizá Belle de jour no ocupe el lugar más destacado. No obstante, la historia que nos narra es sugerente. Se basa en una novela del escritor francés Joseph Kessel, del que no recuerdo haber leído nada suyo. Desconozco la novela, pero estoy seguro de que Buñuel urde una recreación en consonancia con su obsesiones personales más constantes. Lo que no falta en el film, es morbo. La historia de esa mujer decente, que se esfuerza en guardar las convenciones, pero  a quien las tentaciones inconscientes la impelen a desahogar sus concupiscencias más abyectas, es una argumento que da mucho de sí. Hay quien se encuentra en los burdeles como en casa,y se acoge a la máxima de Wilde de que la mejor manera de vencer la tentación es caer en ella. o lo que es los mismo, la asunción de la desvergüenza. El relato nos enfrenta con la doble moral tan frecuente en nuestros días, manifestando ese desdoblamiento de la personalidad con el que en alguna etapa de nuestra vida hemos convivido. En la película quizá Buñuel intenta una especie de exorcismo de sí mismo, y se enfrenta a esos fantasmas con los que posiblemente coincidió en su juventud durante la frecuentación de los burdeles. Buñuel como Dalí reconoce a Freud como padre. Se cuenta que en la Residencia de estudiantes fueron memorables sus correrías nocturnas. En algunos de los personajes-clientes del film no falta el surrealismo. Y la mirada que da de la más vieja profesión del mundo se halla impregnada con su especial socarronería. La exquisitez de Catherine Deneuve en contraste con su obscena aventura despierta en el espectador sus más recónditas impudicias. No es que recomiende la película, pero es que se puede tener alguna noche tonta que otra.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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