Sueño de un escritor

Siempre me ha tentado escribir una obra en prosa, donde la barrera con la poesía quedara difuminada.
Cuenta la literatura de este género insignes precedentes. Platero y yo acaso sea el ejemplo más destacado al respecto. Ocurre que, por mi parte, no he dado con el tema apropiado con que abordar un libro semejante. Juan Ramón tenía su burrito y una hipersensibilidad a flor de piel. Su trayectoria humana siempre fue del hilo de la poesía, con una dedicación cuasi monacal. Su vida, si no me equivoco, consistía en la creación poética y en la gestión posterior para verla materializada en un libro. Juan Ramón no paró de escribir, de publicar, nadie como él tradujo en poesía su cotidianidad. Fue un poeta total, como más tarde intentó serlo Neruda,
Platero fue su libro más universal, donde se sublima el sencillo candor juanramoniano. Siempre quise escribir así, logrando con la mayor austeridad de lenguaje transmitir el esplendor de la belleza. Nada sería Platero sin este logro, el de llegar al corazón con su lenguaje esencial, franciscano, libre de adornos. Cuando leemos Platero nos abruman las nostaljias de Moguer, reverdeciendo en nosotros ese jardincillo del alma donde aún pervive la infancia.
Intentó alcanzar un milagro semejante otro escritor, a día de hoy bastante olvidado, cuando con una prosa desnuda nos relató la ingenua leyenda de Marcelino pan y vino, donde el autor rebusca en esa recóndita y feraz memoria de la infancia para develarnos el misterio de la fe en carne viva.
Sí, yo soñé escribir libros de ese talante, pero para que tal prodigio fuera posible no cabría más que reclamar la inspiración de la entraña misma de los cielos. Amén.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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