SEMANA SANTA

Por cuestiones de índole familiar paso esta Semana Santa recluido. Mi más importante ventana al mundo es la televisión. Los informativos siguen machacando con la guerra en Ucrania, que no es para menos. Mientras los rusos devastan Jarcov y Mariúpol, en España una población de vacaciones se vuelca en las piedades procesionales. Tras dos años tras de las mascarillas, los desfiles multitudinarios se hacían de rogar; aunque de algún modo las primeras se resisten a desaparecer con el "caso de las mascarillas". Uno de los implicados, tras haberse embolsado 5.000 000  libres de comisiones por unos lotes de mascarillas de algo dudosa calidad, reivindica una medalla por parte del Ayuntamiento. Pero así es España. Una España a un tiempo transgénero y conventual, que expía sus vacilaciones con la catarsis en pos de la imagineria de los "pasos". No sé hasta qué punto concuerda la sencillez cristiana con la bullanguera idolatria multitudinaria.

Las iglesias estan vacías, se convive en una sociedad laica y descreida, ¿cuál es, pues, el resorte que concita tan desusado fervor, que pone el bello de punta a los concurrentes? Tal experiencia puede significar una síntoma de manifestacion espiritual, pero en realidad tal sensación epidérmica me cuesta creer que provenga de una honesta consagración cristiana. Contemplando todo este espectáculo tradicional religioso, nos asalta una pregunta: ¿Se mantendría tan desmesurado evento sacro si no interviniera en ello el turismo y todo el interés económico que tales celebraciones generan? Me atrevería a adelantar que no. Pues el mismo Cristo ponía en tela de juicio las manifestaciones de fe capciosas y estentóreas.

Hago zaping buscando algún programa de contenido religioso.  Se retrasmiten procesiones y en la cadena católica el Via Crucis presidido por el papa. Casi todas las películas emitidas nada tienen que ver con contenidos en consonancia con las fechas que se conmemoran y su tan tremendo signicado, no ya religioso sino incluso en el orden histórico. Se ha llegado a un punto, que se confunden la películas de romanos como si por su concordancia histórica implicaran una relación de tipo piadoso. ¿Es Espartaco, de Kubrick y Douglas, un referente cristiano suceptible de ser emitida en estas fechas como si mantuviera alguna relación con la pasión y muerte de Jesús, ademas de por coincidir el esclavo sublevado y el Redentor en un casual sacrificio en la cruz? ¿Habrá mentes pensantes en los entes televisivos que todavía confundan la escabechina bolchevique con la instauracion del reino de Dios? Pero como hoy todo es desinformacion (fake news) ocurre que, como en Ucrania, no se tiene nada claro. La única pelicula de contenido cristiano emitida esta tarde era La historia más grande jamás contada, película correcta aunque algo fría, creada más desde la distancia de la mente que desde el fervor del corazón. Casi puede darse la mano con la experimental de Pasolini, El Evangelio según San Mateo. Por mi parte echo de menos títulos como Ben-Hur, La túnica sagrada, y, cómo no, La pasíon de Cristo, de Mel Gibson, de la cual coíncidiremos muchos creyentes en que es la más lograda, pese a gozar de las fobias de no pocos incredulos y de los remilgos de algunos creyentes.


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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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