HOMBRE ESPIRITUAL U HOMBRE BIOLOGICO

Este dilema ha llenado el pensamiento del hombre en las últimas centurias, por no decir que tal conjetura se remonta a milenios.

Una figura colosal se alzó en el firmamento de la historia, Jesucristo, y dejo bien definida la finalidad espiritual del hombre. Con su presencia sobre la tierra da al universo un sentido más allá de la propia subsistencia. La resolución de los enigmas existenciales se halla en los cielos, esa prolongación eternal que da razón y justificación a nuestra vida indescifrable y perecedera. Solamente a través de Él podemos, recorriendo su camino de perfección, descifrar el sentido de nuestra vida, que no es otra que Jesucristo, la misma Vida.Porque por medio de ese nuevo nacimiento espiritual que alumbra esos indicios del hombre nuevo, ese hombre perfeccionado en Jesucristo, unido a Él y por medio de Él, con el Padre, alcanza plenitud y sentido. Cuál puede ser el destino del hombre sino la realización en Dios, penetrar en esa eternidad del tres veces Santo, donde toda voluntad tiene cumplimiento y cuya gloria rebosa de plenitud el universo.

Sobre ese otro hombre biológico nos hablaron de sobra durante los prolegómenos de nuestra contemporaneidad; nos hablaron tanto que acabamos creyéndolo. Tal hombre es hijo de esa concepción parcial del mundo y de la vida, el materialismo. El materialismo lo engendraron esos filósofos que por medio de una confusa dialéctica negaron la conciencia de su propio sí mismo. Se convencieron de que su propia veracidad era más real que la del cosmos. Uno de los padres de eso otro hombre nuevo fue Darwin, quien leyó a través de sus conjeturas biológicas el libro de la vida y encadenó al hombre en el cerco de unos límites despiadados, en los que creyó reconocer su propia libertad. Siguiendo esa lectura parcial e intrerpretando las leyes del mundo natural, esa nueva realidad desde que Hegel desvinculó al espíritu de la historia, reconocimos los albores de ese nuevo superhombre que proclamaba Nietzsche, bajo cuya doctrina se hizo añicos el hombre, el nuevo, el viejo y aun la misma vida. Y echando un retrospectivo vistazo a ese desolado y desolador paisaje de después de la batalla, no nos queda más que confiar en la promesa: "Los cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará".
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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