ROMANTICISMO ESPAÑOL

Entre los muchos museos de variado contenido que uno puede visitar en Madrid, se encuentra el Museo del Romanticismo Español. Constituye una de las propuestas más logradas en cuanto a espacios culturales se refiere. Si bien el palacio que lo cobija de alguna forma desdice el atractivo contenido interior, el conjunto no puede por menos que despertar la admiración en el visitante.

Parece ser que el museo nació por la iniciativa de ese español singular que sin duda fue el marqués de la Vega-Inclán, el cual cuenta entre sus muchos logros la creación de la casa Del Greco en Toledo y la de Cervantes en Valladolid. Merece el mayor encomio en su decisión de abordar este proyecto del museo romántico, llenando un hueco tan fundamental, reclamado por un gran público incondicional de esa época irrepetible, tanto en el terreno cultural como histórico.

El museo es la traslación minuciosa, tan atenta al detalle como al conjunto, de lo que sería una casa ideal en esa época privilegiada,en tantos sentidos, del Madrid romántico que se desenvolvió extensamente durante el período isabelino, entre 1831 y 1868, año del estallido de la "Gloriosa" y la abdicación de Isabel II.

Por una bien acondicionada escalera se asciende a la planta noble del edificio;  peldaño a peldaño, a través de las decoraciones y los cuadros, vamos sumergiéndonos en esa época preterita de ilusión, que ayudan a recrear cada uno de los componentes encargados de imprimirle vida a esos escogidos ambientes. Conforme uno va inmiscuyéndose en el entorno, va enrequeciéndose la posiblemente elemental lectura que podríamos tener de la época. En cada uno de los detalles, se ven estimuladas  memoria e imaginación. Durante las más de venticinco salas que reproducen los más dispares ambientes, exclusivos del período, conseguiremos intimar con el conjunto de ese breve segmento del diecinueve que llenó de vitalidad a esa España que le tocó en suerte, dejando en ella las huellas imborrables de una peculiar resonancia que ha llegado hasta nuestros días con el especial fervor que caracteriza el romanticismo.

En sus salas encontraremos el retrato, tanto pictórico como gráfico, desde el último Goya al exquisito Madrazo; los primeros albores fotográficos, que consiguieron legarnos esa atmósfera sentimental de la época; los instrumentos musicales que dieron brillantez a aquellos míticos salones a la moda, incluidos el arpa y el  fastuoso piano de cola; mobiliario: toda suerte de bureaus y escribanías; camas estilo imperio, cunas, consolas y otomanas, mullidos sofás, la más escogida sillería; lo necesario para el esparcimiento: el tablero para los naipes y la inevitable mesa de billar; el precario utillaje casero, por último, sin descontar el brasero y el discreto mueble-retrete.

Ante nuestros ojos desfilara, en el tono más evocador, ese grupo peculiar de nuestros próceres, incluyendo a Riego, Espartero y Narvaez; las egregias figuras de Fernando VII, Isabel II y su consorte Don Francisco de Asis; la brilantísima nomina de nuestros poetas: allí tendrá eco desde el pistoletazo de Larra a la legendaria figura de Espronceda; la grandilocuente versatilidad de Zorrilla o esa estampa doliente del último Bécquer, en su lecho de dolor. En definitiva, cualquier reseña resultaría insuficiente para recomendar la visita, de todo aquel que desembarque en Madrid dispuesto a nutrirse  en ese vivero cultural de sus museos, a este museo peculiar, mitigado en su eco por ese tridente de fama internacional que constituyen El Prado, El Thyssen o el Reina Sofia. Pero, sin duda, el Museo Romántico de Madrid es una opción valiosísima a tener en cuenta.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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