LAS LIMITACIONES DEL "YO"

La rivalidad excluye; el amor integra.
En este proverbio quizá quede condensado parte de nuestro drama existencial. Porque ¿no sería acaso esa voz diferenciadora del "yo" personal la que destruiría el Paraíso?
En el Paraíso prevalecía la inocencia; en él el viejo Adán participaba de esa conciencia única de integridad, bajo una voluntad unitaria en la que se justificaban todas las cosas. Desconociéndose a sí mismo, en él no podía penetrar la conciencia del remordimiento. Sólo cuando se reconoció desnudo, cuando se supo Adán enajenado de su derredor, sintió el desgarro de su desolación, su realidad de episodio excluido del destino de las demás cosas. Porque de esa conciencia subjetiva incapaz de penetrar esa otra inocencia objetual de lo creado parte toda la cruel paradoja existencial. Existimos pero no podemos integrar el mundo al que pertenecemos.

En estás últimas mañanas, suelo bajar a una hora temprana hasta el mar. De él nos extasía su inmensidad azul que quisiera abarcarlo todo, y en efecto lo abarca, pues en su inconsciencia integradora el todo tiene cabida en él. Yo suelo sentarme a sus orillas, u observarlo desde la mesa de un kiosco playero mientras desayuno. En esos momentos, quisiera penetrar o ser penetrado por cuanto me rodea, pero toda tentativa se hace infructuosa mientras siga reconociendo la virtualidad de ese "yo" diferenciador y excluyente. En tanto ese "yo" se reafirme, denuncie su preeminencia en todo momento, no podré contener esa totalidad del mar, integrarme en esa supraconciencia elemental y unívoca, en la que todo se incluye, sin constancia de lo diverso.

Pues mientras nos resumamos al "yo", toda nuestra vida se cifrará en una exaltación o una degradación de éste. En ello se concreta la experiencia de la vida más inmediata y aparente, que sólo se justifica en estas fluctuaciones. Siguiendo  sus efectos, nuestra vida se resumirá a unos cánones de victoria y derrota, de engrandecimiento o devaluación del "yo". Partiendo de esto, la experiencia de la vida es amarga, pues en la mayoría de casos obtendremos resultados desastrosos.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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