¿QUÉ TIENE NOTTING HILL?

Reconozco que Notting Hill es una película algo acaramelada, con un guión en algún modo improvisado y cuya verosimilitud ofrece cierto reparo; pero no puedo negar que su propuesta desmañada rezuma cierto encanto. Quizá sea ésta la palabra que mejor la defina. Nos proporciona una lectura relajada del Londres de andar por casa, el Londres de una joven pequeña burguesía que se conforma con los horizontes rutinarios que la gran metrópoli puede proporcionar.

Confieso que la película, después de asumir sus obvias limitaciones, llega a sugestionar con su sencillo y entrañable universo. Como comedia, plantea una visión optimista de la vida y nos describe un ámbito de ciertas aproximaciones sociológicas al que acaso nos gustaría pertenecer. No sé si sus personajes entrañan ese Londres gris y cotidiano, o pergeñan el prototipo del londinense anónimo con que uno se tropieza al subir al autobús o junto a la barra de un pub, pero en sus nimias vicisitudes se puede auscultar ese latido encarnado e inmediato de la ciudad.

Cuando se estrenó en su día, no me duelen prendas admitirlo, asistí varias veces a su proyección. Y  es que me atraía inmiscuirme en su edulcorada farsa, completar, sumergido en ese pequeño mundo ensoñado, las limitaciones de mi propia vida, tan llena de carencias e inconexas realidades como las de los variopintos personajes de Notting Hill. Porque la película desarrolla una trama de proclamada inocencia, en contraste con la agónica trampa que la realidad nos depara. Aunque solo sea por eso, merece la pena adentrarse por ese Portobello Road y resarcirnos de nuestras certidumbres con su sutil magia transformadora.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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