¡VIVA VERDI!

Verdi es uno de los compositores sobre los que guardo más reservas; su música no acaba de convencerme. Aunque la amplitud de sus registros impide un enjuiciamiento drástico. Coetáneo de Wagner, representa para la ópera italiana lo que el músico de Liepzig para la alemana. Asume ese nacionalismo en el que musicalmente se encontró el pueblo italiano, en operas tales como El Trovatore o Nabuco. En su larga trayectoria, que ocupa gran parte del siglo XIX y principios de XX, los italianos descubrieron sus señas de identidad; de este modo el piamontés reinventó el alma de italia. Incluso la siglas de su apellido sirvieron de consigna independentista: ¡Viva Verdi!: ¡Viva Victor Enmanuel Rey de Italia!

Su ingente obra se presta tanto a juicios adversos como favorables. Como buen romántico su fuerte se encontraba en el drama histórico romántico, género en el que alcanzó tanto las cotas más altas como los logros más triviales. Se puede reconocer en él al inventor de ese teatro de cartón piedra, en cuyas interpretaciones prevalece el más afectado manierismo. Pese a lo cual no se puede negar el encanto que alcanzaron dichas creaciones, donde como en el caso de El Trovador la frescura de su música logra convencer aun al más exigente de los diletantes. El Verdi genuino es ese, el que llegaba al pueblo aplicando los recursos más arteros y coloristas, como ocurre en el caso de La Traviata, en donde despliega el más fecundo repertorio de melindrosas convenciones e ingenios de artificio. Sus efectistas gorgoritos sin duda complacen a ese aficionado que busca la ópera ópera.

Un giro distinto se dio cuando el compositor se tropezó con Shakespeare. No sabemos si el milagro se produjo por influencia del uno a hacia el otro, o viceversa, pero en esta simbiosis la música de Verdi alcanzó un tono menos efectista y más penetrante, más complejo al describir sus personajes, más veraz y desarrollado al proponer el drama. Otelo fue su gran logro musical; su fraseo puede codearse con el de Shakespeare. En Macbeth me parece que su música no abarca la grandeza del drama. Con Falstaff  logra identificarse con el tono de amarga comedia que el bardo alcanzo con este retrato del Quijote-Sancho inglés. Nos queda Don Carlos, pues Verdi no fue perezoso ni con Schiller, y cómo no Aida, siempre Aida, el triunfo de la obra por encargo.
Compartir en Google Plus

Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

  • Image
  • Image
  • Image
  • Image
  • Image

0 comentarios:

Publicar un comentario