EL MOMENTO DECISIVO DE CRISTIANO RONALDO

El árbitro coloca el balón
en el punto supremo.
Cristiano restriega con sus manos
la cara  para librar sus miedos.
La responsabilidad pesa como una losa,
con todo un lastre de adversidad o de muerte,
aunque él acostumbre a llevar
sobre sus hombros la gravedad del triunfo.
Cistiano reconoce el momento
de madurar su gloria,
de redondear el perfil envidiado
de ídolo rutilante del panteón bolompédico.
Por eso recoge el balón,
lo sopesa con reflexivo ademán,
tantea su escurridiza esferidad
y lo vuelve a posar sobre el punto penal.
Mira al arquero; lo ve vacilar.
Eso es lo que él quería: sembrar ansiedad.
Ronaldo estima su fama de goleador letal,
de esquivo ariete,
de delantero crucial.
Lo adornan todas las gracias
del olimpo deportivo, un cuerpo
cultivado de perfecto gladiador:
imparable en la carrera,
en el regate, veloz; duro en el remate;
mortífero en el gol.
Tropezará defensa férrea,
pero inocua a su acelerado driblar.
¡Qué blando en la vaselina,
qué duro en el culminar!
Ronaldo espera del árbitro cuándo decidirá.
Por fin, escucha el incisivo silbar.
Prepara la carrerilla; observa
al portero pivotar. Su astucia de crack
consigue al guardameta burlar.
Cuando el cuero golpea,
ya intuye la red que alcanzará;
sin embargo, la bola describe
un trayecto escorado; el efecto
la tuerce y golpea en el palo.
Ronaldo comprende que el canto de bota
labró su derrota, que ya es todo consumado,
que el hado al fin le ha abandonado
De su cabeza ha huido el laurel de la gloria,
y sus labios resecos y amargos, huérfanos de victoria,
ya no paladearán el néctar de la ambrosía celestial.
Siente terror de no volver a ser el Number One

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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