Los filósofos cínicos

Fueron conocidos como la "secta del perro". De hecho, porque etimológicamente en griego la palabra cínico se enraíza con el sustantivo "kyon": can. Los cínicos ocupan un lugar algo aparte en la historia de la filosofía. Su influencia no derivó en la formación de una gran escuela filosófica, como fue el caso de Platón o Aristóteles. Su ascendiente fue bastante más modesto. Pero aun en su humildad, su recuerdo ha perdurado hasta nuestros días, donde muchos de sus postulados han mantenido una cierta vigencia, sobre todo en esa ramas del pensamiento que se apartan un tanto de los sistemas  establecidos.
Curiosamente los cínicos tienen su origen en ese padre de la filosofía que fue Sócrates, cuya vida singularísima e independiente influyó en sus muchos discípulos, con la figuras descollantes de Platón y Jenofonte, pero entre los que también se encontraba quien puede considerarse el iniciador del movimiento cínico: Antistenes.
Antistenes estuvo muy cerca de Socrates, de quien recibió su originalísima enseñanza e incluso, según menciona Platón, lo acompañó en las horas previas a la ingestión de la cicuta. Como Sócrates, postuló como la meta esencial del hombre la "virtud", en cuya consecución debía emplear el humano todos sus esfuerzos. Oponía los valores espirituales a los materiales y aducía que el valor más fundamental en el hombre era su "paideia". Fue un escritor prolífico, del que desgraciadamente no han  perdurado sus obras, pero de las que sabemos que su legado incidió decisivamente en el continuador y principal exponente del fenómeno cínico: Diogenes de Sinope.
Diógenes llegó a Atenas proveniente de esa ciudad del mar Negro.  Pronto se hizo una figura popular de sus calles. Se le conoció como Diógenes el perro, pues adoptaba de este animal el modelo para su conducta. Apostaba por el hombre natural, en oposición al hombre civilizado de la polis. Pues era contra ésta, contra sus ideales establecidos contra quien lanzaba sus diatribas. Su contestación a las normas de conducta admitidas  le valieron la atención de una sociedad ateniense que ya había conocido la debacle de la guerra del Peloponeso, y como consecuencia vivía una crisis de valores. El antiguo ethos estaba sin agarraderas, y las premisas de el pasado heroico que dio fundamento a la democracia poco tenían que decir en el mundo que se avecinaba. Filipo ya había configurado el mapa de la nueva Grecia y Atenas buscaba cuál seria su papel en este nuevo orden. Ante esta ciudad sin norte, la disyuntiva de Diógenes venía a recordar qué era lo esencial en el hombre; le mostraba un horizonte de nuevos valores ante el espectáculo de esa polis desvertebrada.
El pensamiento de Diógenes, como el de Antístenes, no nos ha llegado por sus escritos, aunque detrás del hombre cínico, vagabundo, antisocial, contestatario, escandaloso en sus costumbres, se escondía también el poeta. Se sabe que escribió varias tragedias y hasta una "politeia", tomando el modelo de la República platónica. Acaso la pérdida de estas obras, nos impide conocer en su globalidad cuál era el mensaje último de Diógenes. Lo que conocemos de él lo debemos a Diógenes Laercio y otros autores que escribieron en épocas tardías. Sus hechos lo constituyen anécdotas más o menos ciertas. Se sabe que habitaba en un tonel o tinaja, vestía un único hábito y vivía de la limosna. Puede decirse que Diógenes encarnaba verdaderamente su filosofía, sus postulados teóricos se consumaban en los hechos de su vida. Su actitud era provocadora e iconoclasta, reclamando el derecho a la libertad, libertad de un nuevo hombre no subordinado a la polis. Sus convicciones las vivía hasta las últimas consecuencias. Atacaba al sistema en sus mismos fundamentos y escandalizaba con su conducta. Sus necesidades corporales las hacía a la vista de todos y se abstenía del cumplimiento de las obligaciones cívicas. Su único norte era la libertad de ese hombre natural. Esa misma libertad que reconoció Alejandro magno cuando aseguró que de no ser Alejandro le gustaría ser Diógenes. Libertad asimismo que renunciaba encontrar entre los hombres que le rodeaban, saliendo en su busca alumbrado por una linterna, en pleno día.
Quizá este espíritu de rebeldía ha acompañado al hombre en el curso de su historia, y en una u otra época lo vemos renacer con una etiqueta distinta, dijérase que son los mismos perros, con distintos collares. Cercano a nuestro tiempo fue el fenómeno "hippie", cuyos planteamientos teóricos no diferían mucho de los defendidos por Diógenes. Pues el dilema hombre social u hombre natural es una posibilidad siempre abierta, ya que la carrera de la historia no se atiene a verdades inconmovibles y absolutas. Cuando condiciones parecidas se den, como en la Atenas del siglo IV, volverá el "cinísmo".
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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