ARDOR GUERRERO

Parece una experiencia común el soñar al cabo de los años con el trauma onírico de regresar por una causa impredecible al cuartel donde cumplimos nuestro servicio militar. Tal coincidencia, que plantea al inicio de su libro "Ardor guerrero" Muñoz Molina, de seguro se repite en aquellos para quienes la mili supuso un serio desgarro emocional o anímico. En mi caso, dicho sueño se ha repetido sobradamente, y del cual he despertado acongojado por la onerosa experiencia.
La vivencia cuartelaria casi siempre resulta árida y desoladora para quienes, debido ha cierta endeblez en el carácter, jamás conseguimos amoldarnos a sus exigencias. Para un joven, lampiño aún, criado entre los algodones de la temperanza burguesa, supone un desgarro tanto físico como anímico afrontar el destierro en un lugar desconocido, entre congéneres igualmente desconocidos, en pro de unas conveniencias e ideales que a buen seguro no comparte.
Pero pese a que aquel amargo trago durante nuestra vigilia parece apurado con creces, suelen renovarse sus secuelas durante el sueño. Algo ocurre en nuestro interior que se resiste a dar por zanjado aquel período coyuntural en nuestras vidas, que visto lo visto parece haber arraigado profundamente en nosotros. ¿Qué supuso para nosotros el servicio militar? En primer lugar rompió
el esquema de nuestras vidas y por primera vez nos obligó a enfrentarnos con nosotros mismos. Allí probamos la consistencia de nuestros fundamentos, nos contrastamos en la experiencia especular de lo humano. El mundo de los sueños adolescentes en los que vivíamos se resquebrajó y por primera vez contemplamos al desnudo el rostro de la vida, el duro aprendizaje de sus limitaciones. Supimos que no éramos lo que soñábamos, y en este descubrimiento se abrió esa herida lacerante para la que el resto de nuestra vida buscamos ese apósito eficaz que la pueda restañar. Todos los remedios resultan baldíos, por eso cíclicamente se repite ese sueño del regresó al viejo cuartel en el que servimos, como si con él perdurara una deuda pendiente. Y, efectivamente, tal es la circunstancia. Su tiempo parece  malogrado, por lo que se impone el ejercicio proustiano de recuperarlo. Asumiéndolo, tal vez la ingrata vivencia se redima en la memoria. Tu flash back, Antonio Muñoz Molina, nos sirve de avanzadilla para reconquistar ese reino malogrado y todavía en carne viva de la memoria.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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