LA CONDICIÓN PERDIDA

Oigo a Hans Hotter en el "Holandés...": Estremece. El dúo con Senta es de los más felices de Wagner. Preludia las dulces melodías de Lohengrin. A Wagner siempre se vuelve, aunque se descubran los penetrantes aromas belcantistas de Bellini. La edad nos vuelve morigerados y entibia toda pasión exclusivista. El vigor de la propuesta wagneriana apagaba el débil pábilo del sensualismo italiano, pero cuando creíamos todo dicho, las gratas fragancias sículas, campanas o piamontesas vienen a endulzarnos la vida.
Estos días, en Madrid, rastreé entre los libros así como entre algunos discos. Busqué entre la discografía de Bellíni alguna versión reciente de El Pirata, que nos liberara un tanto del pathos de la Callas. No la encontré. En cuanto al género clásico, mantengo un espíritu de apacible indiferencia. A estas alturas, mis preferencias musicales ya están definidas y no creo que la historia de la música me depare alguna sorpresa extra. Como mi gusto continúa circunscribiéndose a la música tonal, mis preferencias acaban sobre 1900. Posteriormente, aún en lo tonal, se han compuesto algunas obras dignas de encomio; pero son las menos. Considero nuestro arte actual como decadente. Cuando uno visita, por ejemplo, las tres plantas del museo Thyssen, donde se muestra un fidelísima evolución del arte de occidente, se llega a una conclusión decepcionante. Nuestro arte clásico ofrece una contribución valiosa a la memoria de su tiempo, nos da una visión equilibrada y
atractiva de nuestra vicisitud terrena. Todo ello comienza a desmoronarse al aproximarnos al ocaso del diecinueve. El triunfo de la revolución industrial desvinculó al hombre de su entorno, perdiendo éste el equilibrio y los fundamentos en los que estaba asentado. El hombre impresionista es apenas una pincelada en el decorado. Con la llegada de la modernidad la imagen de lo real se desfigura, pierde su sentido. El hombre deja de comulgar con lo natural, y así surge una realidad artificiosa. Nada es ya lo que aparenta; se buscan los tres pies al gato y de ahí se explican las incertidumbres. En el retrato, donde se trataba de realzar las virtudes preponderantes del retratado, hoy se plasman propiedades patológicas. Freud, el psicoanalista, no es sino el profeta de la debacle. Los retratados ya se nos antojan residentes de un psiquiátrico, figuras enervadas y descompuestas que solo merecen compasión. Picasso deconstruyó la realidad hasta vaciarle el sentido. Murió el arte, y con ello nació el hombre desubicado. Un hombre perdido en el sinsentido del futuro, porque ha perdido su pasado.
Sobreviviendo a este descontrol, nos llegan ecos perdidos de menguadas realidades, remotas como mancha impresionista que nos libra del olvido. Se escuchan las voces de un hombre y un niño narrando la enternecedora historia de un canario muerto en una cajita de madera, donde antaño se contuvieran lapicitos de color... Quedaban aún no ha mucho artistas que pretendían llegar al corazón, al hombre remoto que se perdió, aquel que era algo más que un conjunto de conductas aprendidas. Se puede ver el recuerdo del hombre Cafrune aferrándose a ese pasado donde las cosas eran lo que eran y el hombre y su paisaje eran uno e indiviso. Cafrune debió sufrir esa situación de desarraigo, por eso cantaba.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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