DE VENECIA

Sigo con preocupación las noticias referentes a Venecia, relativas a las inundaciones anuales provocadas por  el acqua alta. Leo en la prensa que la basílica de San Marco, además de acusar desperfectos considerables en su pavimento  y mobiliario, puede haber padecido daños estructurales, que habrían incidido en la consistencia de sus cimientos. Como es sabido, la iglesia se asienta sobre un entramado de troncos de madera que penetran el fondo de la laguna, y en contacto con el agua  se ven sometidos a un proceso de petrificación, el cual habilita la edificación sobre los mismos. Este sistema no carece de fragilidades, y la incidencia de cualquier fenómeno irregular que trastoque el equilibrio de la laguna puede llevar al traste a los más incomparables monumentos arquitectónicos que proliferan por la ciudad. En otras palabras, San Marco pudo haberse venido abajo como en su día ocurrió con el monumental Campanile. Dado el caso, recelo de que pueda ser reconstruida "Come era e Dove era".
La pérdida de tan emblemática iglesia sería una desgracia sin paliativos para el patrimonio cultural del mundo. Bueno sería, para que no tengamos que enfrentarnos a semejante catástrofe, que se reanude ese faraónico proyecto de ingeniería que, por medio de compuertas, aísle la laguna, y a la propia ciudad de Venecia, de las embestidas del mar y del trasiego de los descomunales cruceros por sus aguas. Porque perder Venecia sería  como perder uno de los mayores tesoros de nuestra historia. Y es que cualquier hombre deja de ser el mismo tras la experiencia de visitar Venecia.
En diferentes informativos advierto las secuelas que han tenido las inundaciones. La plaza de San Marco permanece anegada bajo medio metro de agua. Me pregunto qué será de sus cafés, del  entrañable Florián. En su marquesina ya no suena la música, sus valses, fragmentos e interludios, ni tampoco las palomas encuentran terreno donde pulular y picotear las semillas que,  de extranjis, les sirven los turistas. El salón más acogedor de Europa se halla hecho unos zorros. Me viene a los labios una melodía más melancólica que la de Aznavour. Venecia está de pena. ¿ Cómo podríamos ayudarla para que no se nos vaya? Porque es que el temporal se ha abierto paso hasta en la recoleta librería del pintoresco Luigi Frizzo. Las barcas que la adornaban se han puesto a navegar, cargadas de libros, repletas de memorias de esa Venecia ya irrepetible y que se nos fue. Hay que volver a Venecia, aunque la Venecia de entonces ya no volverá a ser la misma.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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