De Sánchez Dragó


 El único libro que poseo dedicado y firmado por un escritor de fama es La carta de Jesús al papa, de Frenando Sánchez Dragó.  No atesoro más libros de este jaez porque me resulta ominoso semejante protocolo; además de que al igual me resulta pesado tener que aguardar en una cola interminable para que tan gregaria bendición parnasiana se consume. Suelo rehuir estos homenajes hacia los escritores que gozan de éxito comercial, porque en su mayor parte su literatura no despierta mi incondicional entusiasmo.

Lo de Sánchez Dragó fue una excepción. Había seguido su trayectoria desde que se dio a conocer en televisión en el programa Encuentros con las letras. Pronto conocimos su variopinta biográfica, sus filias y fobias literarias, sus dimes y diretes. Reconozco que en el momento de la firma pasé un mal trago: el de quedarme como una pasmarote sin saber qué decir ni poder intercambiar unas mínimas frases cordiales y afables con el autor. Me sentía abrumado, menoscabado al enfrentarme a un escritor existoso, que  había consolidado un camino venturoso en el mundo de las letras y que además era un donjuán y un trotamundos, al cual no faltaban redaños ni galardones. Ante él, me sentía minimizado. Yo, un aspirante a escritor, cuyas trabajos nunca habían recibido la menor mención, incapaz de emborronar más allá de un par de folios al día,. me veía y medía frente a un hombre que compaginaba la escritura, la enseñanza, el periodismo, la televisión, en fin, un auténtico animal literario, casi un coloso. En definitiva, me fui con el ejemplar firmado bajo el brazos y abochornado por mi comportamiento timorato, incapaz del tú a tú con tal eminencia heterodoxa de las letras. He de manifestar, sin embargo, que dicho comedimiento se da en mí al acercarme a muchos escritores. Estuve a un  metro de Vargas Llosa y tampoco supe qué decirle; no se si fruto de la timidez o el orgullo. Me cuesta hablar ponderativamente, con adulación. En este último caso, preferí dejarlo pasar.

Guardo en mi biblioteca parte de la obra de Fernando, entre ellas dos ediciones distintas de Gargoris y Abidis, que todavía no he leído, y alguna que otra más de sus obras( ayer mismo adquirí de segunda mano Las Fuentes del Nilo), las cuales me cuesta trabajo abordar porque imagino que lo que se cuenta en ellas ya ha sido divulgado por el autor a través de las pantallas de televisión y los canales de You Tube.

Tiempo después de la escabrosa firma, tuve la satisfacción de compartir una tarde cerca de él, aunque tampoco llegué a saludarlo personalmente, durante un debate (no recuerdo si presentación de alguno de sus libros) realizado en la carpa de una Feria del libro que se celebró en Alicante, en la cual yo divulgaba también  alguna de mis novelas.(¡ Ahora recuerdo que el debate versaba sobre su libro Muertes paralelas!) Durante dicho acto, pude hacerme una imagen más cabal de él como individuo y como escritor. Sin duda era un hombre que tenía el don natural de la palabra, don que continuaba a través de sus escritos y se manifestaba en su versatilidad como animal mediático. Puedo decir hoy por hoy que, aunque no comparta alguna de su opiniones y mantenga bastantes reservas en cuanto a sus creencias religiosas y filosóficas, reconozco en él a uno de los más interesantes escritores de los ultimos decenios de nuestra literatura. La admiro por su enorme fecundidad y por ese talante peculiarisimo de extraordinario individuo que fue, un grande de la vieja escuela., de quien asegura Ramón Tamames que hubiera organizado una gorda en la política española si la muerte, siempre traicionera, no lo hubiera sorprendido en su refugio de Castilfrío.

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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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