VENECIANAS XIII: INVITADOS EN VENECIA

Venecia es una de esas ciudades que siempre mantiene tendida su mano al corazón de sus visitantes. Desde hace siglos son escasos los viajeros que no han registrado su experiencia sentimental con la ciudad lagunar en su cuaderno de bitácora. Dichas experiencias nos han llegado sobre todo por mediación de los artistas que plasmaron en obras más o menos célebres su actividad viajera.

El sur, que para los pueblos sajones y nórdicos se concretaba a esa península itálica que capitalizó el mundo antiguo, captó muy especialmente el interés de los viajeros opulentos provenientes de tales latitudes, en gran parte de Alemania e Inglaterra. Si bien Italia fue desde muy atrás el destino escogido por el exclusivo turismo de épocas precedentes, recuérdese los ejemplo de Durero y Montaigne en pleno renacimiento, correspondió a Goethe forjar la leyenda de los periplos italianos. El gran autor alemán, figura mítica de sus letras, confesó en su incomparable Viaje a Italia el inpacto causado por este particular encuentro, en especial por su descubrimiento del mundo clásico, que seguramente soñara asomado a los viejos foros durante el crepúsculo romano. Creo que corresponde a él la frase de: si Venecia fue mi instituto, Roma será mi universidad.

En estas páginas llenas de impresionada admiración que constituyen su diario viajero, repara Goethe extensamente en la ciudad de los canales, en su originalidad incomparable, en la riqueza artística que atesora y su singular posición en la historia de los pueblos. Sin embargo, no fue el autor de Fausto quien se dejó arrebatar, en relaciones no sé si del todo honestas, por primera vez por la ciudad. Este lugar correspondió a su joven y admirado poeta, Lord Byron, quien vivió el misterio fabuloso de Venecia hasta sus tuétanos. Temprano se le sorprendía nadando por el bacino en dirección al palacio Mocenigo, donde vivía una turbulenta pasión con su casera; de noche se lo encontraba en los salones de las cortesanas;y en su dilatada estancia, penetró, en fin, esa vida de la ciudad semifantasma, cubiertos en el velo del misterio sus palacios abandonados, que se dejaba filtrar en la emoción transida de sus versos, los cuales trataban de escudriñar sus inconfesables razones de diosa aletargada. Sin la menor duda, Byron fue para la "gran dama" su amante romántico y secreto; luego vinieron los amores mas formales, los de Balzac o James, de Proust o Pound; y, finalmente, el idilio crepuscular con Wagner, que creó para festejarla la ambigüedad de unos sonidos nacidos del mismo secreto de su enigma, tan lejos de esa vital luminosidad cartesiana conmemorativa de Vivaldi.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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