VENECIANAS XVIII: DORSODURO

La especial situación de Dorsoduro le confiere la particularidad de ser uno de los barrios más luminosos de Venecia. Constreñido entre el Gran Canal y el Canal de la Giudecca, acusa ese carácter de pequeña península encerrada un poco en sí misma. Dentro del gran pez en que se configura Venecia, ocupará el lugar del bajo vientre. No obstante, sus procesos metabólicos se alejan bastante de los inconvenientes estomacales.

En Dorsoduro se siente uno como liberado de ese dédalo axfisiante que caracteriza el corazón de Venecia; allí se pueden respirar las brisas provenientes de la Giudecca, impulsadas por la proximidad del mar abierto. Las calles atravesadas por fiumi persentan un aspecto de especial jovialidad, de simpático ajetreo de barcas que llenan de vida sus horas. Y para respirar más a pleno pulmón, siempre queda el recurso de asomarse a le Zattere para contemplar el incesante paso de las embarcaciones, desde fabulosos cruceros a minúsculas embarcaciones de uso particular. El pasado verano, cada tarde de mis cortas vacaciones en la ciudad de los canales, disfrutaba de las últimas horas del atardecer asomado a esas aguas nerviosas que espejaban los postreros dorados del sol y con su trafico bullicioso traían recuerdos de ensoñadas latitudes.Inmerso en su pulso vivaracho, las bonanzas de su brisa parecían arrancar el peso gravoso de nuestras limitaciones.

Dorsoduro se une a Venecia por el puente de la Academia. Justo bajo el puente, se distribuyen las mesas de un restaurante desde donde también resulta incomparable dejar deslizarse morosas las horas crepusculares; ubicado en las mesas lindantes con el Gran Canal, contemplar los matices de los reflejos solares sobre las cúpulas de la Salute es algo que no tiene precio.
También cercana, pero un poco mas allá del puente, se encuentra la galería de la Academia; en sus salas se nos propone un recorrido exhaustivo por la pintura veneciana. Desde los siglos del gótico, a ese siglo que tanto condicionó la personalidad veneciana, el XVIII. En sus paredes, se completa la colección, iniciada en Ca´Rezzonico, de los lienzos costumbristas de Pietro Longhi. No pueden faltar, claro está, en ese gozoso recorrido por sus salas, ni los Bellini ni Carpaccio, para dar paso, seguidamente, a ese apoteosis renacentista, con la Tempestad, de Giorgione, La cena en casa de Levi, de Veronese, o el rapto del cuerpo de san Marco, de Tintoretto, sin obviar ese excelente retrato de Giovanne, de Lorenzo Lotto, al que Mujica Lainez identificara como el de su duque Pier Francesco Orsini.

En Dorsoduro se levanta, justo en uno de sus extremos, vecino a la punta de la Dogana, uno de esos templos que mejor definen a Venecia y que la dotan de esa especial configuración urbana: La Salute. Este magnífico logro del Longhena, otorga una relevancia especial al barrio, por otra parte salpicado de otros ejemplos de arquitectura religiosa de importancia nada desdeñable, como Il Gesuati o San Barnaba.
Dorsoduro acoge,por otra parte, junto a la parroquia de san Trovasso, uno de los rincones más pintorescos de Venecia: el secular astillero donde se construye la embarcación más genuinamente veneciana: la góndola. Afín al carácter legendario de la enlutada piragua, su fundación y pervivencia también deben adentrarse en terrenos de la leyenda. Así como, tal vez, ocurriera en gran medida con el insólito navío que descubrimos anclado a la fondamenta del fiume de san Trovaso. Era una vieja barcaza con el velamén oblícuo, rescatado fósil lagunar, que permitía la nostalgia de una Venecia que sólo recobramos en las imágenes decoloradas de añejas estampas llenas de añoranza.

Otra faceta de Dorsoduro es su peculiaridad de barrio bohemio; se caracteriza como ese lugar escogido de Venecia donde suelen afincarse los artistas. Seguramente, es uno de los zonas con mayor numero de galerias por metro cuadrado, en las que pueden contemplarse exposiciones ciertamente recomendables, aunque también abunda lo mediocre. Dando en cierto sentido solera artística al barrio, en el palacio Venier dei Leoni, se encuentra la sede del museo Peggy Guggenheim. Esta riquísima enamorada de Venecia escogió el jovial barrio para echar sus raíces y ofrecer a la ciudad un legado que la valió su carta de ciudadanía. De residir yo en Venecia quizá lo haría en la proximidades del Ghetto,pero la opción de Dorsoduro es algo que encandila con su festiva vitalidad. Tal distinción cautivó a los hombres del cine, pues muchos de sus rincones y pasajes alimentaron no pocos deslumbrantes fotogramas. Su atmósfera, sin duda, debió encandilar a Woody Allen y en muchos de sus alrededorores se rodaron largas secuencias de la cinta Summertime, de David Lean.
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Francisco Juliá

Soy Francisco Juliá, y el deseo de este blog es llegar al mayor número de lectores, compartir una hermandad a la que nos invita lo íntimo de la conciencia.

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